Día Internacional de los y las trabajadoras de las flores

Para las personas que laboran en esta agroindustria es, pues, la más ajetreada temporada del año. Las otras dos son el Día de la Madre, en mayo, y de Amor y Amistad, en septiembre. Se extiende desde principios de diciembre hasta finales de febrero, y es una temporada en la que se trabaja mucho y se duerme poco (en algunas fincas las jornadas son de 20 horas seguidas), y muchos aprovechan las horas extras para hacerse a unos pesos de más.

Y todo por cuenta del día de San Valentín (14 de febrero), fecha que desde hace 5 años las organizaciones sociales y sindicales del sector vienen promoviendo como el Día Internacional de las Trabajadoras y Trabajadores de las Flores, una manera de reconocer el valioso aporte que éstos le hacen a la economía del país y de poner en primer plano sus reivindicaciones laborales, su derecho a la contratación directa y a la organización sindical; en un sector que genera 100 mil empleos directos y 80 mil indirectos (el 82% en la Sabana de Bogotá), y que viene en un proceso acelerado de precarización.

Flores que se exportan… vidas que se marchitan

La Corporación Cactus (www.cactus.org.co) es una ONG que desde hace 15 años promueve y desarrolla procesos participativos en derechos humanos y laborales en la floricultura colombiana, y por lo mismo conoce ampliamente sus condiciones laborales.

Recientemente realizó una investigación sobre factores psicosociales entre trabajadoras y trabajadores florícolas en la Sabana de Bogotá, y encontró que existen “factores de alto riesgo para la salud física y emocional de estas personas, tales como el excesivo control de los tiempos de trabajo, excesivas exigencias psicológicas, bajo sentimiento de grupo, inseguridad en el trabajo, baja calidad del apoyo social, entre otras”.

La investigación también halló diferencias en la asignación de tareas y cargas laborales, que para las mujeres, que constituyen el 65% de la fuerza laboral, implican alta frecuencia de movimientos repetitivos y mayor rapidez de éstos, tanto en cultivo como en postcosecha. No hay discriminación salarial: el salario es igual para hombres y mujeres, pero sobre éstas hay mayor exigencia y presión en términos de rendimiento.

Las jornadas de trabajo son bastante irregulares, dependiendo de la temporada. Como se dijo, en estos meses previos al día de San Valentín se da el pico de producción, y las empresas enganchan un alto número de trabajadores temporales, pero también extienden las jornadas de trabajo. “Uno no se toma los30 minutos para almorzar sino que almuerza en 10, y de una vez se va a trabajar; justamente por querer rendir o por cumplir una meta, y el temor obviamente de perder el empleo”, es el testimonio de una de las trabajadoras incluido en el estudio.

Por su parte Omaira Páez, abogada e investigadora de la Corporación Cactus, llama la atención sobre algunas empresas, incluso afiliadas a Asocolflores y reconocidas por tener los sellos de calidad, que establecen el sistema 4 x 4, o sea que 4 días trabajan 20 horas seguidas, y los siguientes 4 los descansan. “Eso es muy desgastante para los trabajadores, que en esas condiciones alcanzan a laborar dos o tres años, y se retiran. Por eso en este sector hay mucha rotación e inestabilidad”, señala.

E igualmente lamenta el bajísimo grado de organización sindical. Calcula que sólo el 6% de los trabajadores está sindicalizado, cuando en épocas anteriores era el 15%. Y en su gran mayoría afiliados a sindicatos “patronales”, porque los independientes ya no existen en la práctica, fueron liquidados por la arremetida de los empresarios. Mencionó el caso de Benilda, empresa que fue liquidada el año pasado y con ella el sindicato. Y el caso más dramático de la empresa Guacarí, del Grupo Nannetti, donde los y las trabajadoras tenían un sindicato que el año pasado lideró dos paros por incumplimientos de la empresa. El último fue roto de manera violenta por miembros de la seguridad de la empresa, que agredieron a los sindicalistas y sus asesores, acción en la que, según lo denunció el sindicato, intervinieron delincuentes comunes contratados en Zipaquirá. Últimamente ha habido un intento de la CUT para crear un sindicato de industria, proyecto que aún está en ciernes.

Para Omaira Páez la pertenencia a una organización sindical es de especial importancia, dado el empoderamiento personal y colectivo que ello ofrece. “Se sabe por diversas investigaciones que aquellos grupos laborales que pueden organizarse tienen mejores condiciones de salud mental, dado que lo organizativo se constituye en un factor protector. Pero el modelo agroexportador de las flores ni estimula, ni posibilita las formas asociativas de los trabajadores”, señaló la profesional.

En materia de formas de contratación, ha disminuido el enganche por Cooperativas de Trabajo Asociado, sobre todo desde las reglamentaciones de 2006 y 2008. Pero ha aumentado la contratación por servicios temporales, con contratos a 6 meses y un año, especialmente en las empresas grandes afiliadas a Asocolflores.

Y en cuanto a salarios, la vocera de Cactus señaló que este es un sector nivelado por lo bajo: prácticamente todas las empresas floricultoras pagan el salario mínimo. Cuando existían los pactos colectivos pagaban entre 10% y 15% por encima del mínimo, pero ya no porque desde hace unos 4 años paulatinamente han ido desmontando los pactos.

El mal ejemplo del Grupo Nannetti

El peor ejemplo de la precarización y el abuso laboral en la floricultura, lo da el Grupo Nannetti, uno de los más grandes del sector, propietario de 16 empresas en las que laboran unas 7 mil personas, quienes desde el año pasado han tenido que soportar el incumplimiento sistemático del pago de salarios, prestaciones sociales y seguridad social, pese a que ha sido el grupo más beneficiado por los créditos del Banco Agrario y el Programa Agro Ingreso Seguro.

Estos incumplimientos han provocado una serie de paros y manifestaciones de protesta. Por ejemplo Esplendor, una de las empresas del grupo, hoy está en cese de actividades. Tanto que el 35% de su personal, cansado de la situación, optó por retirarse de la empresa, algunos con antigüedad de 20 y más años. Y este es el momento que no han recibido su liquidación y el pago de prestaciones. La explicación que les da la empresa es que, por causa de la crisis, no tiene recursos para cumplirles.

Otra empresa del Grupo que también ha tenido dificultades, es La Fragancia, donde laboran unas 200 trabajadores(as), la mayoría agremiadas en Untrafragancia, sindicato de base independiente cuyo presidente, José Mora, dijo a esta Agencia que persiste el incumplimiento de obligaciones laborales atrasadas, pese a los dos ceses de actividades que hicieron en diciembre y enero. Señaló que es una empresa que tampoco respeta las normas ambientales.

Las dificultades del sector, ¿un pretexto?

La revaluación del peso no es el único obstáculo que enfrenta la floricultura en Colombia. También el incremento de los costos de insumos, transportes y las medidas de control, así como la sobreoferta del producto y saturación de la demanda en los mercados internacionales por el exceso de competidores. Sin embargo, a juicio de la Corporación Cactus, el mayor obstáculo para el sostenimiento y proyección del sector son los mismos productores. Todo indica que a los floricultores, por lo menos a los más grandes y mayormente beneficiados por los subsidios y créditos del gobierno, no les interesa que el sector salga de la crisis, y mucho menos la conservación del empleo.

A pesar de los ingentes recursos otorgados por el Estado, los Informes de Floricultura de 2008 y 2010 presentados por la Corporación Cactus, dan cuenta de cómo la crisis la han pagado los trabajadores(as). La imposición de topes de rendimiento inhumanas, tras la reducción de la planta de personal, ha aumentado las enfermedades profesionales, por sólo mencionar uno de los impactos. El crecimiento de la productividad por cada trabajador ha aumentado 36% en los últimos 7 años, lo que corresponde en cierta medida a los puestos de trabajo que el gremio ha eliminado paulatinamente. Se calcula en los últimos años la oferta de empleo en el sector ha diminuido en un 20%.

Pero la crisis también ha sido el argumento, o el pretexto, para justificar una mayor degradación de las condiciones laborales, desconocer derechos mínimos fundamentales en el trabajo, la no entrega de dotaciones (vestido y calzado de labor), la supresión de las prestaciones extralegales y los despidos colectivos realizados de manera ilegal.

Inquieta que los recursos entregados a varios empresarios no se hayan destinado, por lo menos, al pago de las cotizaciones al sistema de seguridad social en salud y pensiones de los trabajadores(as). Es el caso del grupo Nannetti, beneficiario de $80 mil millones de créditos del Banco Agrario y Agro Ingreso Seguro, que está siendo investigado por presunta desviación de estos créditos a otras industrias de su propiedad en México y Ecuador, y su apoyo a la campaña presidencial del exministro Andrés Felipe Arias. También se sabe de otras empresas que destinaron los créditos al cultivo otros productos en lugar de invertirlos en la producción de flores; y de empresarios que sencillamente cerraron su unidad productiva para luego abrirla en otro sitio de la Sabana de Bogotá.

Pero pese a la crisis, la producción sigue siendo buena, tanto en volumen como en ventas. El año pasado esta agroindustria vendió más de mil millones de dólares. Por eso para la Corporación Cactus el tema de la revaluación del peso ha sido más un pretexto para captar subsidios del Estado y recortar derechos laborales.

Opciones del Estado para proteger a los trabajadores

Una apuesta del actual gobierno es formalizar el empleo. Entonces bien haría si desarrollara un amplio programa de inspección del trabajo en la floricultura, con lo cual podría corregir muchos de los problemas hoy existentes en materia laboral. Y que pensara en aplicar fórmulas que garanticen la conservación de los puestos de trabajo. Es decir, que incentive el empleo y no a las empresas. Sobre este tema el exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, planteó una alternativa que merece ser analizada. La propuesta, es la siguiente:
“Primero, se dolariza la obligación laboral de empresas que cumplan ciertos requisitos básicos, tales como derivar el 80% o más de sus ingresos en dólares, ejecutar el 60% o más de su gasto operativo en pesos, tener una fuerza laboral formalizada, etc. Segundo, se establece que las erogaciones de tipo laboral tendrán garantizada una conversión cambiaria previamente definida, a cargo de un fideicomiso, cuyo capital semilla es aportado por el Gobierno. Tercero, cada mes se define si la tasa de cambio observada es mayor o menor que la garantía. Si es menor, el fideicomiso traslada recursos a las empresas, quienes los usan para pagar la parte correspondiente de la nómina. Si es mayor, las empresas efectúan un depósito en el fideicomiso”.

De aplicarse esta propuesta, el Estado cumpliría su función social y las empresas exportadoras no tendrán “disculpas” para continuar precarizando y despidiendo trabajadores.

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