En Cartagena, trabajador al borde de la locura tras sufrir accidente que lo dejó con discapacidad

En Cartagena, trabajador al borde de la locura tras sufrir accidente que lo dejó con discapacidad

Hace 12 años Rubén Darío Montoya sufrió un accidente laboral que casi le cuesta la vida: un tubo de hierro de 6 centímetros de diámetro le atravesó y quedó vivo de milagro. Ocurrió en la empresa Tubos del Caribe de Turbaco, Bolívar (hoy Tenaris). Desde entonces ha consagrado su vida a la lucha por una pensión de invalidez y a una indemnización por parte de la multinacional Tenaris, que se ha negado a aceptar su responsabilidad en el accidente. En febrero de este año le tocó hacer una huelga de hambre frente a la Alcaldía de Cartagena para exigir que se atiendan sus reclamos, huelga que terminó mal. Afectado mentalmente tras 12 años de sufrimiento, intentó suicidarse, lo que obligó a su reclusión en una clínica psiquiátrica. Esta es la crónica del drama de este hombre, que fue difundido por la prensa regional de Bolívar, e incluso ya ha sido denunciado por organizaciones internacionales.

 

Eran las dos de la mañana del 20 de julio de 2002 cuando, en la planta de Tubos del Caribe de Turbaco, Bolívar, un tubo de hierro de 6 centímetros de diámetro atravesó el tórax de Rubén Darío Montoya, accidente causado por una máquina extrusora que se encontraba en un pasillo muy transitado. El tubo le perforó el pulmón derecho, le interceptó la vena subclavia y le fracturó tres costillas y la escápula.

A pesar de la gravedad del accidente, Rubén no perdió la consciencia, fue testigo de su propio sufrimiento. Logró sobrevivir a una operación que se prolongó por más de 10 horas, y fue el punto de partida de una larga cadena de infortunios que han marcado su vida desde entonces. La recuperación en la Clínica Madre Bernarda fue el primero de ellos. Allí estuvo 11 meses hospitalizado, pero al salir tuvo que ser recluido un mes más en un centro psiquiátrico debido al estrés postraumático que le dejó el accidente.

Sus allegados sabían que la recuperación de Rubén Darío no iba a ser fácil, pero confiaban en que a sus 25 años de edad su buena contextura física, el apego a sus hijos y su esposa, Leonarda Hernández, lo mantendrían a flote. Pero no contaban con que Tubos del Caribe, la empresa en que laboraba por contrato de obra, en carta que le envió en agosto de 2003 le anunció que su contrato finalizaba el 18 de septiembre de ese año. El anuncio no solo ponía en riesgo su recuperación porque lo desvinculaba del sistema de seguridad social, sino que era el preludio de la posición evasiva de la empresa con respecto a su responsabilidad en el accidente.

Entonces la vida de Rubén Darío y su familia, conformada por su esposa y tres hijos de 9, 16 y 17 años, cogió dos rumbos. Uno, el de la batalla por su salud física y mental, deteriorada con el accidente; y el otro el de la lucha por una reparación integral de la empresa y por una pensión de invalidez por parte de la ARL Sura.

Doce años esperando justicia

Cuando Rubén Darío salió de la clínica y regresó a Tubos del Caribe, ésta lo ubicó como vigilante, pero las crisis respiratorias que presentó pronto demostraron que no estaba en capacidad de desempeñar ningún tipo de trabajo. Tosía sangre y se sentía ahogado con frecuencia. Pero la respuesta de la empresa fue despedirlo, ante lo cual Rubén Darío entabló un acción que tutela que salió a su favor y amparó su derecho al empleo durante 4 meses más, tiempo en el que lo encargaron de labores de oficina.

Una vez cumplió los 4 meses la empresa lo volvió a despedir, alegando que al omento del accidente no estaba contratado directamente por la empresa sino por agencia de empleo temporal Administrativa Industrial del Atlántico Limitada. Ante esta situación Rubén Darío interpusiera demanda contra Tubos del Caribe, empresa que más adelante se convertiría en Tenaris, cuando fue comprada por esta multinacional metalúrgica.

El argumento de la empresa no tuvo peso en el Tribunal Superior de Cartagena, que determinó que Rubén Darío sí tenía vínculo laboral con Tenaris, y por tanto ésta es responsable solidaria del accidente. Además en una inspección judicial realizada a la empresa en febrero de 2009, se encontró que ésta no contaba con la señalización adecuada para evitar accidentes laborales, y que incumplía algunas normas de seguridad.

Los inconvenientes con Tenaris no fueron, sin embargo, los únicos problemas de Rubén Darío. La ARL Sura, la administradora de riesgos a la que estaba afiliado al momento del accidente, le practicó un examen para evaluar su grado de invalidez, pero sin considerar los problemas psiquiátricos que surgieron con el accidente. El resultado determinó que solo tenía un 27% de invalidez, por lo que estaba apto para trabajar; determinación que generó sorpresa en la familia dadas las evidentes limitaciones de Rubén Darío para desempeñar casi cualquier oficio.

En contraste, un examen practicado por la Junta Nacional de Calificación de Invalidez de Bolívar, que sí consideró su deterioro mental, en agosto de 2008 certificó que su porcentaje de invalidez era del 57%, que le daba derecho a pensión vitalicia. Sin embargo la ARL Sura desconoció y sigue desconociendo la validez de este examen y ha exigido uno nuevo, practicado por ella misma.

Entre tanto, la salud física y mental de Rubén Darío empezó un proceso de deterioro progresivo, porque la EPS de su esposa, a la que él se encuentra afiliado como beneficiario, se negaba a prestarle algunas atenciones asegurando que eran responsabilidad de la ARL. Y también la economía del hogar se derrumbó.

Así llegó el 2012, cuando, tras 10 años de espera, el Juzgado 4º Laboral de Descongestión del Circuito de Cartagena falló a favor de la empresa. Leonarda, la esposa de Rubén Darío, dice que al leer el fallo pensó que éste había sido redactado por el abogado de Tenaris, toda vez que no reconocía nada en favor de Rubén Darío, y prácticamente lo daba como culpable de lo que le había ocurrido.

Este fallo se apeló, y el 20 de agosto de 2013 el Tribunal Superior de Cartagena ordenó revocar la medida del primer juez, exigió indemnizar a Rubén Darío y a su familia, y ordenó el pago de todos los salarios dejados de percibir por éste desde el momento del accidente. Pero la empresa desconoció el fallo y lo demandó, proceso que actualmente se encuentra en un tribunal de casación en Bogotá.

Leonarda dice que “si la empresa se empeña en desacatar el fallo, nosotros agotaremos todas las instancias legales porque no estamos reclamando favores sino derechos”.

Las secuelas permanecen

Aunque el accidente le ocurrió hace 12 años, sus secuelas físicas y psiquiátricas tienden a empeorar por falta de atención médica. Persiste la dificultad para respirar adecuadamente, lo que lo obliga a nebulizaciones y a usar oxígeno.

Y por otro lado, el poco tratamiento que ha recibido como beneficiario de la EPS, y la negación constante de ARL Sura para atender su caso, le han ocasionado problemas mayores. Persisten sus crisis mentales, incluso a riesgo de su propia vida. En tres ocasiones ha intentado suicidarse, e igual número de veces ha sido internado en clínicas psiquiátricas para tratar su trastorno de estrés postraumático. En las noches tiene dificultades para conciliar el sueño y con frecuencia se despierta exaltado por pesadillas y alucinaciones.

Para distraerse un poco de sus preocupaciones y sentirse útil, Rubén Darío decidió regresar a la zapatería, el oficio que le enseñó su padre y que desempeñó antes de ingresar a Tubos del Caribe. De hecho en Turbana, municipio donde vive, es ampliamente conocido como el zapatero.

Huelga de hambre

Cansado de esperar tantos años sin ver resultados positivos, el pasado mes de febrero decidió iniciar una huelga de hambre frente a la Alcaldía de Cartagena, protesta que tampoco conmovió a las directivas de Tenaris ni de ARL Sura. La ignoraron.

Después de quince días con sus noches sin comer, tomando solo agua y suero, Rubén Darío empezó a desvariar y su esposa lo obligó a terminar la huelga, bajo la promesa de que ARL Sura lo iba a reclasificar.

Pero ni la ARL lo reclasificó ni su salud siguió siendo la misma tras la huelga de hambre. Entró en estado depresivo y de nuevo intentó poner fin a su vida tomando una dosis alta de pastillas. Lo salvaron, pero 18 días después se encontraba recluido en una clínica psiquiátrica por estrés postraumático y síndrome psicótico.

El caso llegó a oídos de la prensa de Bolívar, de organizaciones de derechos humanos y del Sindicato de Tubos del Caribe, Sintratucar. Su presidente, Walberto Marrugo, reconoció que antes de la huelga de hambre esta organización desconocía el caso de Rubén Darío, ya que el sindicato se creó el 2009, varios años después de que sufrió el accidente. Pero no le extraña lo sucedido, dado que, dijo, el sistema de seguridad laboral de la empresa es deficiente, tanto que desde la creación del sindicato una de sus banderas es exigir mejoras en este sistema y la visibilización de las muchas enfermedades que agobian a los trabajadores.

De hecho en febrero pasado el sindicato interpuso querella ante el Ministerio del Trabajo por las insuficientes medidas de protección de los trabajadores de la empresa, donde las enfermedades más comunes se relacionan con el túnel carpiano, el manguito rotador, dermatitis, discopatía degenerativa y trastorno depresivo, entre otras.

Para acompañar la causa de Rubén Darío, en marzo pasado los trabajadores de Tenaris Tubos del Caribe hicieron un plantón frente a las instalaciones de la empresa y una marcha que culminó en el centro de Cartagena. Asimismo, debido a la huelga de hambre y al activismo de Sintratucar, el caso de Rubén Darío Montoya fue conocido por sindicatos de Argentina, Japón, Canadá, Brasil e Italia, entre otros, que han hecho difusión del mismo, e incluso han enviado apoyos económicos a su familia.

Pero a nivel nacional el proceso no presenta avances. Aunque cuenta con un fallo de Tribunal a su favor, las soluciones integrales y el fin de los padecimientos de su él y su familia no parecen cercanos.

“Yo soy una pobre mujer que solo lucha por la verdad y por lo que tengo en las manos en este momento, que es un fallo de un tribunal laboral”, afirma a manera de conclusión Leonarda, su esposa.

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