Globalización e impunidad

Globalizacion, democracia y Derechos Humanos en America Latina[*]

 

REINALDO VILLALBA VARGAS
Colectivo de Abogados Colombia.

Nos reúne en este importante evento la conmemoración del 52 aniversario de la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por ello, esta es la mejor ocasión para recordar algunos de sus caros principios. En el preámbulo de la Carta Universal se dijo:

«…se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos liberados del temor de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias» (negrillas mías)

«…Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión»

«Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres; y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de libertad» (negrillas mías)

Además de los postulados del preámbulo, la Carta Universal, establece:

«Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social y a obtener mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad» (negrillas mías)

«Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, en condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo» (negrillas mías)

«Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección» (negrillas mías)

«Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene así mismo derechos a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez, u otros casos de perdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad» (negrillas mías)

«Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten» (negrillas mías)

«Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos» (negrillas mías)

Los apartes transcritos de la Carta Universal de derechos, establecen no simples principios, sino verdaderas obligaciones ineludibles e inaplazables de la comunidad internacional y todos los Estados del mundo.

A pesar de los gigantescos avances de la ciencia y la tecnología, lo mismo que el auge financiero y comercial, especialmente en este periodo de «mundialización» o «globalización» los beneficios no han alcanzado a la inmensa mayoría de personas en el mundo. Para éstas últimas, los postulados de la Carta siguen siendo una simple aspiración: Según el «Informe sobre Desarrollo Humano del año 2000» elaborado por Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo -PNUD- en todo el mundo hay 1.200 millones de personas pobres de ingreso que viven con menos de un dólar diario (PPA en dólares 1993), más de 1000 millones de habitantes de países en desarrollo (mejor decir superexplotados) carecen de acceso al agua potable y más de 2.400 millones carecen de saneamiento apropiado; por lo menos 150 millones de trabajadores en el mundo estaban desempleados a fines de 1998, mientras que hay 250 millones de niños y niñas obligados a trabajar; unos 90 millones de niños no asisten a la escuela primaria y otros 30.000 mueren por día por causas prevenibles; unos 790 millones de personas tienen hambre e inseguridad alimentaria, incluso en los países industrializados hay unos 8 millones de personas desnutridas. El panorama no es halagador y las perspectivas de un cambio favorable no se adivinan a corto o mediano plazo.

Mientras tanto, la economía mundial o «integración económica mundial», animada entre otros aspectos, por el modelo neoliberal empeora la suerte de los países pobres y de sus comunidades, además, excluyéndolos de los beneficios de la mentada «mundialización». Los países pobres dependientes y endeudados, quedan imposibilitados para «competir» en el concierto mundial. El PNUD, reconoce en su informe del año 2000 sobre Desarrollo Humano, que «cada vez es mayor la diferencia entre el ingreso de los países pobres y el de los más ricos». En materia comercial, según ese informe, los países «menos adelantados» con el 10% de la población mundial realizaron sólo el 0.4% de las exportaciones mundiales, que había sido del 0.6% en 1980 y del 0.5% en 1990; mientras que las corrientes de inversión extranjera directa han registrado un auge alcanzando más de 600.000 millones de dólares en 1998, sólo 20 países reciben el 83% de los 177.000 millones de dólares que llegan a las economías en desarrollo y en transición. Los 48 países «menos adelantados» atrajeron menos de 3.000 millones de dólares en 1998, o sea, apenas el 0.4% del total. En materia de comunicaciones sólo el 0.8% de latinoamericanos y el 0.1% en el Africa subsahariana y el 0.04% en el Asia meridional son usuarios de INTERNET, mientras que los países del OCDE con el 19% de la población mundial tienen el 91% de todos los usuarios de Internet. Los superricos se hacen cada vez más ricos. Sólo 4 transnacionales controlan el 90% del mercado mundial de cereales. La riqueza combinada de los 200 multimillonarios más ricos aumentó de 1.042.000 millones de dólares en 1998 a 1.135.000 millones de dólares en 1999, mientras que los ingresos combinados de 146.000 millones de dólares de los 582 millones de habitantes de todos los países «menos adelantados». Los activos de los tres principales multimillonarios son superiores al PNB combinado de todos los países «menos adelantados» y sus 600 millones de habitantes, es decir, que el activo de éstas es superior al ingreso combinado del 41% de la población mundial. Una contribución anual del 1% de la riqueza de las 200 personas más ricas del mundo podría dar acceso universal a la educación primaria para todos (siete mil a ocho mil dólares).

Si las 200 personas más ricas del planeta tienen una fortuna de 1000 billones de dólares con un impuesto del 4% sobre esa riqueza permitiría satisfacer las necesidades básicas de la humanidad ( acceso universal al agua potable, acceso universal de evacuación de aguas servidas, infraestructura de salud básica para todos, acceso de las mujeres a la medicina obstétrica y ginecológica, alimentación para todos, educación básica universal) [1]

El mismo PNUD en su informe de 1999, refiriéndose a los efectos nocivos de la mundialización reconoció: «Cuando el mercado va demasiado lejos en el control de los efectos sociales y políticos, las oportunidades y las recompensas de la mundialización se difunden de manera desigual e inicua, concentrando el poder y la riqueza en un grupo selecto de personas, países y empresas, dejando al margen a los demás. Cuando el afán de lucro de los participantes en el mercado se descontrola, desafían la ética de los pueblos y sacrifican el respeto por la justicia y los derechos humanos»

Según el Informe del PNUD de 1999, la mundialización está generando nuevas amenazas a la seguridad humana, tanto en los países ricos como en los países pobres. Así, la llamada integración económica está dividiendo a las economías «en desarrollo» y en «transición» entre las que se benefician de las oportunidades mundiales y las que no lo hacen.

El desempleo, la perdida de derechos laborales, la perdida de seguridad social, la privatización de empresas estatales, la inseguridad en materia de salud, la degradación ambiental, la pauperización de la población mundial, la reducción de los Estados a su papel puramente represivo y la generación de nuevos conflictos internos e internacionales son los efectos de la «Globalización». Por otro lado, se beneficia el capital financiero mundial y se consolidan las multinacionales y los monopolios. El mundo hoy ha sufrido una nueva división: Los «globalizadores» y los «globalizados». Los que se benefician de la globalización y los que sufren sus nefastas consecuencias.

El informe del PNUD de 1999, reconoció que «la formulación intergubernamental de normas en la economía mundial de la actualidad se halla en manos de las principales potencias industriales y las instituciones internacionales que controlan el Banco Mundial, el FMI, el Banco Internacional de Pagos. Su formulación de normas puede crear una atmósfera segura para los mercados libres, pero no existen normas de contrapeso para proteger los derechos humanos y promover el desarrollo humano, además de que los países en desarrollo donde vive alrededor del 80% de la población mundial, tienen escasa influencia en la formulación de estas. La mundialización dispar trae no sólo integración sino además fragmentación, dividiendo a las comunidades, las naciones y las regiones entre los que están integrados y los que están excluidos. Las tensiones y los conflictos sociales surgen cuando hay extremos de desigualdad entre los marginados y los poderosos. En América Latina, por ejemplo, las reformas de la legislación laboral aumentaron la flexibilidad del mercado laboral, y se introdujeron contratos más flexibles. En 1996 el porcentaje de trabajadores sin contratos o con los nuevos tipos de contratos aumentó el 30% en Chile, el 36% en la Argentina, el 39% en Colombia y el 41% en Perú. «

El estudioso Ronnie Dugger, fundador de la organización norteamericana «alianza para la democracia» sobre el fenómeno de la «globalización» dijo en una conferencia en Bogotá [2] : « Una comunidad o una nación que pierda el control sobre su economía también lo pierde sobre su autonomía política porque el control económico es control político. Un país cuya economía es administrada por las multinacionales no puede tener una real democracia y antes de que nos diéramos cuenta de ello el mundo es el de las transnacionales vs. la democracia. Súbitamente las multinacionales han formado un gobierno mundial de los superricos y superpoderosos. El primer nombre para dicho gobierno es la Organización Mundial del Comercio -OMC- o Acuerdo Multilateral de Inversiones -AMI-, súbitamente todos estamos atrapados en una segunda guerra fría: una contienda mundial de las multinacionales vs la democracia local, nacional y universal. Las grandes corporaciones que dominan el mercado mundial son jerárquicas, verticales y antidemocráticas, dedicándose a arrasar la riqueza de los pueblos, las comunidades, las naciones. Las 200 mayores multinacionales ancladas en media docena de países occidentales obtienen ingresos totales que exceden los de 182 naciones. Entre las mayores 100 economías del mundo se cuentan 51 multinacionales. Cada una de las 20 multinacionales más poderosas maneja recursos superiores a los de Colombia (US 67 mil millones del PIB). Según la OIT 830 millones de personas, el 30% de la fuerza laboral del planeta estaban desempleados en 1994. Frente a la asombrosa nueva realidad de un mundo con un sólo gobierno corporativo destruyendo y/o controlando las Naciones-Estado, la única respuesta lógica es un nuevo movimiento mundial de los pueblos. La única respuesta pacífica para la plutocracia internacional es la democracia internacional, sólo un movimiento de ámbito mundial puede detener la toma del poder por parte de las multinacionales.

Las corporaciones se han convertido en las instituciones que ejercen el control económico y político; controlan los medios de comunicación radiales, televisivos y de prensa, también han hecho una caricatura del «libre mercado de las ideas»; anularon las medidas internacionales antimonopólicas, el Tratado AMI otorga todos los derechos a las multinacionales y ninguno a las naciones; asumen la posesión y el control de la tecnología de la humanidad, fuente principal de producción y abundancia; las transacciones -capital financiero- no tienen ninguna relación con la producción, son pura especulación en beneficio exclusivo de los comerciantes; su poder político carece de cualquier legitimidad democrática, en consecuencia, la democracia es suprimida por los representantes corporativos de la economía, recorren el mundo en busca de la mano de obra peor remunerada, las leyes protectoras del medio ambiente menos fuertes y las más complacientes oligarquías gubernamentales, «mercadean» las comunidades y las naciones en busca de subsidios y bajos impuestos, presionando al mismo tiempo a los gobiernos a través del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para que reduzcan sus programas de ayuda a sus propios ciudadanos. A lo largo del mundo, las endebles carpas de campaña y las titilantes fogatas de la democracia se ven arrasadas por las corporaciones y los bancos transnacionales, sin dejar espacio alguno para los pueblos con excepción -en algunos casos- del voto para los candidatos comprados por las multinacionales. En el mundo real del gigantismo corporativo en que todos vivimos, la privatización es el traslado de las empresas estatales a bimillonarias multinacionales apátridas»

Si la ilustración que hace Ronnie Dugger sobre la «globalización» nos pareciera «comunista» o «sospechosa», acudamos al Informe sobre el Comercio y el Desarrollo de las Naciones Unidas -UNCTAD- [3] . Este Informe refiere varias preocupaciones sobre el nuevo orden mundial: se está ensanchando la distancia entre las naciones desarrolladas y en «vías de desarrollo» (reitero que es mejor hablar de países superexplotados), pues en 1965 el ingreso per capita promedio del 20% superior de la población mundial era 30 veces mayor que el del 20% inferior; veinticinco años después (1990), la diferencia se dobló a 60 veces. Los ricos han ganado no sólo en relación a las capas más pobres, sino que la clase media ha sufrido un preocupante deterioro. El sector financiero aventaja cada vez más al sector industrial, así como los rentistas a los inversionistas. Se está agravando la inseguridad en el empleo y en los ingresos y caen los términos absolutos de los salarios reales. El peso de la desintegración económica internacional recaerá sobre los sectores que menos pueden soportarlo. Se produce una creciente concentración de riqueza en manos de unos pocos, acompañada de un galopante desempleo y disminución de los salarios que acentúa el desempleo en el norte y la pobreza en el sur. En resumen, la globalización produce la descomposición de las economías nacionales, la pérdida de autonomía de los Estados, incrementa la pobreza mundial, la violación de los derechos humanos, asegura mano de obra barata, elimina derechos laborales, amplía la brecha entre pobres y ricos, acentúa la marginación de los países pobres, produce mayor destrucción del medio ambiente y niega el derecho a la autodeterminación y desarrollo de los pueblos.

Kofi Anan, Secretario General de las Naciones Unidas manifestó en la Cumbre del Milenio [4] : «Los beneficios de la mundialización son evidentes: un crecimiento económico más rápido, niveles de vida más elevados, el aceleramiento de las innovaciones y la difusión de tecnologías y técnicas de gestión, y nuevas oportunidades económicas tanto para las personas como para los países».

No hay duda que este personaje pensaba en los países ricos y en las multinacionales, es decir, en los «globalizadores», pues son quienes reciben el beneficio de este sistema económico.

Sin embargo, en la misma cumbre y como para «lavar conciencia» dijo: «Pido a la comunidad internacional al más alto nivel y a los jefes de Estado y de Gobierno reunidos en la Cumbre del Milenio que aprueben el objetivo de reducir a la mitad para el año 2015 la proporción de la población mundial que vive en la pobreza extrema, para sacar así de la miseria a más de 1000 millones de personas».

Anan reconoce la gravedad de la «globalización de la pobreza» pero no quiere ver que ella es consecuencia de las políticas mundiales y éstas tienen responsables con nombre propio (las multinacionales, la banca mundial, los Estados ricos, los gobiernos serviles, las burguesías nacionales, la comunidad internacional, entre otros).

Por su parte, el director gerente del Banco Mundial James Wolfensohn reconoció en Praga a raíz de las importantes protestas contra la banca mundial que la globalización tal y como está siendo conducida ha llevado a un grado tal de desigualdad en el mundo que «el 20% de la población más rica dispone del 80% de la renta global». Del mismo modo, reconoció que los manifestantes plantean luchas que son legítimas, sin embargo termina ofreciendo un mundo mejor con la globalización!

Alberto Yepes plantea que «el proceso de globalización ha llegado a una fase en la que las instituciones financieras multilaterales que la orientan y la conducen no pueden ya negar sus efectos perversos para los países en desarrollo. Por más que ahora hagan malabarismos para que en los procedimientos para la medición de la pobreza los resultados muestren un menor número de pobres, la verdad terca y rotunda es que es cada vez más imposible ocultar el hecho de que la pobreza se ha incrementado a la par que la desigualdad, la exclusión y la concentración del poder económico, político y militar, y eso no lo tapa ni lo adorna nadie. Para darle credibilidad a las pretensiones de convencer a la humanidad de que «aún queda mucho por hacer» y de que la prosperidad futura que nos promete la globalización permitirá acabar con la pobreza, la nueva estrategia de las instituciones económicas y financieras multilaterales (el FMI, el BM, La OCDE y la OMC) es hacerse acompañar ahora de las instancias y organismos de Naciones Unidas para mostrarnos que en sus propósitos cuentan con el esfuerzo solidario de todo el sistema mundial. Deben en consecuencia los pobres dejar de ser impacientes («aún queda mucho por aprender») pues si saben esperar, la globalización puede ofrecernos «un mundo mejor para todos»; “si los países pobres esperan hasta el 2015 verán que en esa fecha los pobres se habrán reducido a la mitad”. Koffi Anan nos ofrece un instrumento para que ese sueño postergado pueda hacerse realidad: debemos sumarnos a un compacto global en el que las instituciones multilaterales, los organismos de Naciones Unidas y las Organizaciones de la sociedad civil, sabiendo que «no podemos dar marcha atrás a la globalización» nos dispongamos a luchar por un mundo mejor para todos en el 2015. Lo digo porque sencillamente no creo que tratar de oponerse a la globalización sea como tratar de oponerse a la ley de gravedad como permanentemente nos dicen los defensores a ultranza de este modelo. Creo que a la globalización no hay que darle más esperas. Ha producido uno de los mayores desastres en la historia de la humanidad en términos de generalización acelerada de la pobreza, la exclusión y la desigualdad entre países ricos y pobres y al interior de los países. Cada cumbre nos plantea nuevas promesas.

En 1990 nos prometieron en Yakarta que en el 2000 habría educación básica universal para todos, diez años después nos dicen que no hay muchos progresos en esta materia y que el analfabetismo continúa en todas partes del mundo. La cumbre del 2000 en Dakar de nuevo promete educación básica para todos en el 2015. Y lo mismo ha venido sucediendo en Copenahge y en Ginebra o como en la reciente Cumbre del Milenio. En Copenahge se constató que 1000 millones de personas vivían en situación de pobreza y que la meta era superar las condiciones estructurales que habían generado esa situación. Cinco años más tarde se constató que ya eran 12000 millones de personas las que vivían en la pobreza y la misma meta nuevamente se posterga. El combate a la globalización es una preocupación legítima que demanda metas estratégicas y estructuras organizativas que pueden multiplicar y consolidar movilizaciones y luchas políticas como las que se expresaron en Seattle, en Davos, en Colonia, en Washington y en Praga. Profundizar estas pugnas y darles consistencia orgánica en los debates teóricos y políticos y en las movilizaciones sociales podría ser una línea promisoria para los compromisos futuros de las distintas coaliciones nacionales de Social Watch. [5]

El FMI, el Banco Mundial, los Acuerdos del Acta Final de Marrkech y la Organización Mundial del Comercio -OMC- son los tres pilares institucionales y con el Grupo de los Siete, constituyen los cuatro mecanismos internacionales más visibles del sistema de dominación mundial del gran capital económico y financiero transnacional, autor y promotor de la profundización de las desigualdades en el interior de cada país (tanto desarrollados como «en desarrollo») y de las desigualdades entre las naciones.

Patricia Garcé sobre la OMC dice: «La OMC es por su naturaleza no transparente y no participativa. La mayoría de los países en desarrollo (y la mayoría de los miembros de la OMC) no tienen los medios como para que sus opiniones estén debidamente representadas y reflejadas en las decisiones políticas. La mayoría de las decisiones son en realidad adoptadas por un reducido número de países poderosos, en especial Estados Unidos y la Unión Europea. A varios años ya de la conclusión de la «Ronda Uruguay», existe una opinión bastante generalizada de que las normas de la OMC están flechadas en contra de los países en desarrollo. No sólo hay un reparto desigual de los beneficios sino que algunos países (y los países en desarrollo en su conjunto) seguramente sufrirán perdidas netas. La naturaleza desequilibrada del sistema de la OMC y sus normas comerciales es una de las razones por las que la OMC no se considera un foro apropiado para discutir los temas complejos e importantes relativos al comercio, el medio ambiente y el desarrollo sustentable. La OMC es considerada como una organización dominada por un pequeño grupo de potencias, que generalmente pueden ofrecer, con éxito, su interpretación de los temas y hacer que esta interpretación sea formalmente aceptada por todos» [6]

Reinaldo Figueredo, Relator Especial de deuda externa ante la ONU anunció: «Esa mundialización acelerada de la economía mundial ha acentuado las desigualdades entre las naciones e internamente en el seno de cada uno de nuestros países, vastos sectores sociales básicamente las mujeres y los niños, se ven más afectados que nunca. Las metas sociales convenidas en foros internacionales a nivel de jefes de Estado, como por ejemplo la Cumbre que se hizo en Copenhague, o la que se hizo en Nueva York sobre los niños, las mujeres, los acuerdos internacionales, convenciones, derechos económicos y sociales de los Estados, derecho al desarrollo permanecen en la practica como «letra muerta» [7]

Dentro de este panorama mundial se encuentra nuestra históricamente vilipendiada América Latina y el Caribe, cuya participación en la economía mundial en el intercambio de mercancías alcanzó apenas el 4.6% (en 1996). Stevens asegura que para «las frágiles democracias latinoamericanas tal globalización abrupta tendría en efecto un diagnóstico mortal. Aparte del crecimiento de sus importaciones y de la perdida concomitante de su superávit comercial, dos indicadores demuestran que no le va muy bien a América Latina en lo que se refiere a globalización de su intercambio de mercancías: el descenso de su comercio exterior de bienes como porcentaje del PNB y la alta dependencia de la exportación de materias primas [8].

La globalización ha impulsado la venta de empresas estatales. Desde principios de la década de los noventa en América Latina no menos de 735 empresas públicas fueron privatizadas por un monto total de 73 mil millones de dólares en relación con 73 empresas. Para 1997 se estima que se generaron 23.7 mil millones de dólares, el monto más alto desde los años ochenta. Más del 50% de las empresas a privatizar pertenece al sector energético, seguido por la industria (19%), el transporte (16%), las telecomunicaciones (8%) y las finanzas (8%). El rubro más apetecido es el de las compañías telefónicas, una actividad que tradicionalmente y en todas partes implica jugosos rendimientos. A la cabeza de la carrera de privatización se encuentran ahora Brasil, Colombia, Perú y Venezuela [9] .

América Latina cuenta con casi 500 millones de habitantes (48 millones de indígenas -9.7%-, 33 millones de población negra -7%-, población mulata -12,5%-. 200 millones de habitantes viven en situación de pobreza (36% de los hogares), es decir, 64 millones más de pobres en relación a 1980. La mitad de la población está desempleada o se dedica a la economía informal. La OIT estima que en A.L. hay 200 millones de niños y niñas trabajadores. En Colombia la pobreza afecta a más de 18 millones de personas y 7 millones se encuentran en condiciones de pobreza absoluta, 2.5 millones de niños sufren explotación laboral, 60 mil niños mueren por causas previsibles y más de un millón de ancianos están en condiciones de indigencia. En Guatemala el 90% de la población Maya vive en condiciones de extrema pobreza, es el octavo país más pobre del mundo según el Banco Mundial; mientras el 2% no indígena posee el 80% de la tierra fértil, sólo un 20% pertenece al 80% de la población maya; de cada 10 guatemaltecos 6 son analfabetas. En México son pobres el 85% y un total de 42 millones de personas viven en la pobreza absoluta, de los cuales alrededor del 70% son mujeres; 25 millones son desempleados, mientras que el 42% de los niños sufren desnutrición (es mejor decir hambre). En Nicaragua el 84% de la población urbana se halla en estado de pobreza y en el sector rural la cifra alcanza el 90%, mientras un 55% de la población se halla en pobreza extrema; el desempleo es del 60% y el 36% de los niños tienen desnutrición. La tasa de analfabetismo alcanza el 30%. Brasil ocupa el séptimo lugar de analfabetismo en el mundo (más de 40 millones de personas -26%- de la población), 32 millones de personas están en estado de miseria y 60 millones en condiciones de pobreza, es decir, casi las 2/3 partes de la población, el 20% de la población urbana carece de agua potable, el 30% de los niños presentan desnutrición. Bolivia tiene el 60% de la población urbana en condiciones de pobreza, de los cuales el 50% vive en extrema pobreza, mientras que en el sector rural es extremadamente pobre el 90%. Haití tenía para 1994 el 75% de sus habitantes sumidos en la pobreza. El 70% de los pobres de A.L. son mujeres.

Según la Comisión Económica para América Latina -CEPAL-[10] y el Banco Interamericano de Desarrollo -BID- la cantidad absoluta de pobres había bajado entre 1970 y 1982 de 118 a 82 millones, volvió a subir a 210 millones en 1994, la cifra más alta de la historia.

Los países con mayor nivel de pobreza (del 31 al 50%) son Brasil, Mexico, Colombia, El Salvador, Ecuador, Perú, República Dominicana y Venezuela. Con cifras de nivel muy alto de pobreza (50% o más) están Bolivia, Haití, Honduras, Nicaragua, Surinam y Guatemala. En 1995, el 20% promedio de los más ricos ganaba 22 veces más que le 20% de los más pobres, en 1982 la proporción era de 15 veces [11]. En 1982, las personas bajo la línea de pobreza era de 35%, en 1990 subió a 40%. En el sector vivienda se ubica el déficit en 50 millones de unidades, el cual aumenta a razón de 2.7 millones por año. En América Central el 35% de las familias carece de vivienda digna.

Los datos más alarmantes de mortalidad infantil los tienen Bolivia, Haití, Guatemala, Honduras, Brasil, Nicaragua, Perú, Ecuador, El Salvador, Paraguay y Republica Dominicana. El mayor desempleo lo encontramos en Colombia, Ecuador, El Salvador, México, Chile, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Se calcula que cada año en A.L. 50 millones de niños abandonan el hogar a muy temprana edad y se suman al gran cinturón de niños «gamines» o»indigentes». Según UNICEF en 1996, en A.L. trabajaban 15 millones de niños en condiciones insalubres y peligrosas.

Las cifras anteriores hablan por sí solas. Nuestro continente sufre sin clemencia alguna los rigores de más de 500 años de expoliación y saqueo por potencias extranjeras y grupos económicos con la complicidad de gobiernos funcionales a los intereses de los verdugos de sus propios países. No sólo es vergonzosa la situación de sus habitantes, sino el desangre de sus tierras y de sus recursos. Es un continente inmensamente rico en recursos naturales, pero inmensamente pobre porque sus riquezas a punta de sangre y fuego han ido a parar a pocas manos ( de organizaciones internacionales y de las burguesías nacionales). Cada año en el continente mueren más de 1.500.000 personas por ser pobres.

Es un continente sumamente saqueado, sin embargo, cuenta con una colosal deuda externa que agrava considerablemente su ya lamentable situación:

«El decenio actual, el de los años 1990-1999, pasará a la historia en el tema de la deuda como la década infame, porque en éstos diez últimos años se pagó mucho más que antes pero la deuda siguió creciendo, se impuso abusivamente el neoliberalismo en el continente, se vendieron casi todas las empresas públicas, se pagaron los intereses más altos del mundo al capital especulativo, se aumentaron como nunca los impuestos en un esfuerzo absurdo por continuar el pago, pero se han duplicado tanto el desempleo como la deuda externa. En los últimos años no solamente se han pagado intereses sino también una gran parte del capital como producto de los acuerdos Brady. Y en consecuencia, todos los países llegan al año 2000 con más desempleo y pobreza, sin ninguna empresa por vender y con el doble de la deuda. Ese es el resultado de la Década Infame»[12]

El mismo autor nos ilustra: «A fines de 1979 la deuda externa de América Latina sumaba 191.000 millones de dólares. En los diez años siguientes el continente pagó por intereses y amortización 350.000 para terminar debiendo 480.000 millones en 1990. Durante esa década, el Producto Bruto del continente sólo creció anualmente en 1% en promedio, pero para el pago de la deuda se remitió cada año al exterior el 5% del PIB y por ello el producto per cápita se redujo. Luego, a partir de 1990, el neoliberalismo y sus agentes en América Latina anunciaron que la deuda había dejado de ser un problema pues dijeron que, pagándola con la venta de las empresas públicas y con el aumento de los impuestos se reduciría. Infelices quienes creyeron tal mentira, porque en los nueve años siguientes América Latina ha pagado otros 815.000 millones de dólares en intereses y amortización, pero ahora (1999) su deuda total supera los US 750.000 millones. Podemos decir en conclusión, que desde 1979 hasta 1999, el continente ha pagado entre intereses y amortizaciones UN BILLON CIENTO SESENTA Y CINCO MIL MILLONES DE DOLARES (US $ 1.165.000.000.000) pero que la deuda ha subido a pesar de ese inmenso pago, de 191.000 millones en 1979 hasta los 750.000 de hoy, se ha pagado casi seis veces la deuda original de 1979 y sin embargo, la deuda se ha multiplicado por cuatro. Este es un hecho inocultable y dramático. Para pagar tales sumas se han vendido 1.600 empresas públicas (400 en Argentina, 100 en Perú etc.), se han creado 30 millones de desempleados adicionales de 1990 a 1999, los servicios de educación y salud han sido abandonados en muchos países del continente, se ha destinado más de la mitad de las exportaciones del decenio y el modelo económico se reduce a producir para exportar y a exportar para pagar. Más de la mitad de la población latinoamericana vive con menos de dos dólares por día, como lo anuncia el Banco Mundial. Una simple proyección objetiva del crecimiento de la deuda demuestra que entre los años 2000 y 2010 América Latina pagará más de UN BILLON DOSCIENTOS MIL MILLONES DE DOLARES, pero que al fin del decenio deberá mucho más»

Por países podríamos ejemplificar el problema de la deuda así: La deuda argentina pasó de 54.000 millones en 1990 a 140.000 millones en 1999. Venezuela en 1984 debía 34.700 millones y en 1988 pasó a deber 32.000 millones, después de pagar 25.000 millones por servicio a la deuda (en 1997 alcanzó los 35.264 millones). La deuda de Colombia ascendió a 37.000 millones, siendo la que más ha aumentado en los últimos años (se destina el 41% del PIB para pago de servicio a la deuda). Brasil en 1983 debía 81.319 millones y en 1988 debía 114.941 millones, después de pagar 54.500 millones de servicio a la deuda ( en 1997 la deuda alcanzó los 191.084 millones). México tenía una deuda de 86.000 millones en 1982 y en 1988 pasó a deber 115.547 millones, luego de pagar por servicio de la misma 92.000 millones (en 1997 su deuda llegó a los 149.699 millones). Perú debía 16.330 millones en 1990 y en 1997 pasó a 30.136 millones, luego de pagar 13.612 por servicio a la misma. La deuda externa es responsable en gran medida de la situación de abandono y de pauperización de los pueblos latinoamericanos. El modelo económico neoliberal, la globalización de la economía y la deuda externa son grandes obstáculos para el disfrute de los derechos fundamentales de los latinoamericanos. La violencia histórica que ha sufrido AL se explica en el empeño imperial de desconocer el derecho al desarrollo y a la autodeterminación, para asegurarse el dominio regional y mundial.

¿Qué incidencia tiene el modelo economico en la democracia?

Lo primero que quiero aclarar, es que para mí la democracia no es simplemente el ejercicio del derecho de “elegir y ser elegido”. En mi sentir, la existencia de un sistema electoral es apenas un ladrillo de todo el edificio llamado democracia. Por eso, la estructura de una auténtica democracia la conforma el efectivo goce de los derechos fundamentales (no solamente los derechos civiles y políticos, sino también y muy especialmente los derechos económicos, sociales y culturales). Colombia es considerada como la “democracia más estable de América Latina”, sin embargo, allí durante la década del 50 se adelantó el genocidio del movimiento Gaitanista con un saldo de más de trescientos mil muertos. Allí, la Unión Patriótica, movimiento político de oposición fue eliminada cuando se proyectaba como alternativa frente a los partidos tradicionales. El terrorismo de Estado patrocinó la muerte de más de tres mil militantes y simpatizantes de ese movimiento. Hoy, el aparato paramilitar (paraestatal) comete masacres a lo largo y ancho de la geografía nacional. Allí, varios candidatos presidenciales, centenares de candidatos a las corporaciones públicas han sido asesinados por la “democracia más estable de América Latina”. Allí, la corrupción y el narcotráfico inciden en el sistema electoral. Allí, la mitad de la población vive en situación de pobreza y casi diez millones de colombianos sobreviven o “sobremueren” en la extrema miseria. Todo este paisaje de desolación y de sistemática violación de los derechos humanos está acompañado de una vergonzosa política de impunidad.

El ejemplo viene a colación para afirmar que la democracia no puede ser un vocablo etéreo que sirva para negar la democracia misma. La democracia debe tener contenido real y material. La democracia es el respeto efectivo de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, lo mismo que el respeto a los pilares de los derechos de los pueblos al desarrollo, a la autodeterminación, a la autonomía y a la paz. La democracia es concreta como el pan: La democracia se ve y se siente, así como se ve y se siente la ausencia de democracia. Democracia es la participación de los pueblos de los adelantos tecnológicos y científicos, a que sus habitantes disfruten de un trabajo y salario dignos, de un techo digno, de abrigo, de un alimento seguro, de acceso a la salud y a la educación de calidad, de protección social, de la participación en la distribución de las riquezas de modo que se asegure el desarrollo integral del individuo y las colectividades. Eso es democracia.

No concibo la democracia amparada en unas elecciones (casi siempre fraudulentas e ilegítimas) que pretenden ocultar la estructura terrorista de algunos Estados, justifican el hambre, la exclusión, las privaciones de las necesidades básicas, el analfabetismo, el desempleo, el abandono, los desplazamientos forzados de población, la “guerra sucia” contra la oposición política, las desapariciones forzadas, la tortura, las detenciones arbitrarias, las ejecuciones extrajudiciales, las masacres y los genocidios. Quién -sin sonrojarse- puede afirmar que podemos hablar de democracia en esas precias condiciones de opresión política, económica, social y cultural? Donde hay hambre no hay democracia, donde hay destechados no hay democracia, donde hay indigencia no hay democracia, donde abundan las cárceles y los cementerios no hay democracia, donde escasea el pan, las escuelas y los hospitales no hay democracia, donde se asesina el pensamiento y la memoria no hay democracia.

En el plano internacional no hay democracia si no se respeta el principio de la autodeterminación de los pueblos. No la hay donde se fractura el futuro de los pueblos con intervenciones de los “poderosos”; no la hay cuando se imponen modelos económicos, sociales y culturales; no la hay cuando el orden económico, social y cultural impide el disfrute de los derechos fundamentales que aseguren una vida digna para los pueblos. No la hay cuando las relaciones internacionales son profundamente desiguales y determinadas por el sojuzgamiento de los pueblos por parte de los detentadores del poder político y económico.

Basado en esta concepción de democracia, debo concluir que la globalización económica y el modelo neoliberal son contrarios por naturaleza -y no por erróneas políticas en su aplicación- a la democracia. Globalización económica y democracia en el actual orden mundial son términos irreconciliables y antagónicos. América Latina se ha visto inmersa en guerras y numerosos conflictos, precisamente porque los modelos económicos los han impuesto. Los detentadores del poder económico y político (Estados o instituciones privadas) han actuado en connivencia para deponer y colocar gobiernos de acuerdo a sus intereses. Los ensayos de importantes reformas sociales, económicas y culturales en favor de los pueblos han sido “ahogados” por ORDEN DE LA DEMOCRACIA, a sangre y fuego. Los casos de Salvador Allende en Chile y de Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala son apenas dos ejemplos de la interminable intervención internacional en contra de programas de gobierno que rescatan las reivindicaciones sociales de los trabajadores y los excluidos. Al fin y al cabo, en nombre de la DEMOCRACIA se han cometido los peores crímenes de la historia, así como en nombre de la paz se han borrado millones de vidas, poblados y ciudades del mapa universal.

Lo rescatable del fenómeno globalizador es la paulatina toma de conciencia sobre el rescate de los derechos humanos como instrumento para globalizar la lucha mundial contra la globalización de la pobreza y la denegación sistemática de los derechos fundamentales de individuos y colectividades. El aprovechamiento de la globalización de las comunicaciones para que los pueblos “globalizados” y las personas y las organizaciones democráticas de todo el mundo compartan propuestas que determinen un plan de acción de carácter mundial contra los modelos políticos y económicos que por esencia son vulneradores de los derechos fundamentales.

A continuación de manera breve, voy a presentar algunas situaciones que considero obstáculos en la consolidación de las democracias en nuestro continente:

1º. El imperialismo norteamericano: Desde que los EU se erigieron como potencia mundial, el destino de América Latina ha estado fatalmente ligado a la voluntad del imperio gringo. Es éste el que determina las políticas a implementar en el terreno militar, económico, político y social. Es el que quita y pone gobernantes a su antojo, el que apoya el “terrorismo de Estado”, el que invade con sus tropas y asesores el territorio latinoamericano, es el que provoca conflictos regionales a su acomodo, el que estimula el desmembramiento territorial, es el que bloquea criminalmente a pueblos hermanos, el que decide el cierre de hospitales y escuelas, es el que saquea y ayuda a saquear nuestros recursos. Es el que disfraza como “acciones humanitarias” las más descaradas intervenciones militares. En fin, es nuestro común verdugo, es el principal responsable -junto con la banca mundial y las grandes multinacionales- de los infortunios y males que sufre nuestra AL.

2º. La Doctrina de Seguridad Nacional: A muchos puede sonar trasnochado que después de concluida la guerra fría se siga hablando de doctrina de seguridad nacional. Sin embargo, sostengo que esta doctrina sigue vigente, por lo menos, en algunos países del continente. En Colombia, por ejemplo, se sigue considerando “enemigo interno” al opositor político, al sindicalista, al líder comunitario, al dirigente de partidos o movimientos políticos alternativos, al defensor de derechos humanos: se sigue considerando enemigo al campesino por el hecho de vivir en zonas de conflicto, a los dirigentes de organizaciones sociales, entre otros. La doctrina de seguridad nacional (DSN), ha sido el catecismo de gobiernos a todo lo largo de A.L. Muchos gobiernos se “depusieron” por ser considerados una amenaza para la seguridad continental (léase lesivos a los intereses gringos y de las multinacionales), muchas invasiones se ejecutaron por las recetas de la doctrina de seguridad nacional, muchas dictaduras militares se impusieron y sostuvieron con la bendición de esa doctrina, muchas “democracias” se mantuvieron con aplicación de políticas de terrorismo de Estado en claro seguimiento a las disposiciones de tan nefasta doctrina. Millares de detenidos desaparecidos, miles de torturados, miles de asesinados, miles de encarcelados y exiliados son el resultado de la aplicación de “guerras sucias” amparadas por la DSN. La DSN, es además, el fundamento ideológico de la proliferación de “ejércitos paramilitares” creados para combatir sin cortapisas al llamado “enemigo interno”. Una de las principales causas del fracaso de la consolidación democrática en América Latina, sin duda, es y ha sido la DSN.

3º. La corrupción de gobernantes: Muy seguramente, de no mediar la corrupción de la mayoría de los gobiernos del continente, la crisis social y económica no habría alcanzado las actuales dimensiones. Si los miles de millones de dólares que han ido a parar a los bolsillos de los delincuentes de cuello blanco, se hubieren destinado para inversión social, con toda certeza, la situación, hoy, sería distinta. Es importante anotar, sin embargo, que la corrupción es un fenómeno consustancial al modelo político y económico impuesto, lo cual hace más compleja su superación. La corrupción resulta más ofensiva cuando el narcotráfico penetra en todas las esferas del poder, tal como ha acontecido en diferentes latitudes de nuestro continente.

4º. La antidemocracia del sistema electoral: No puede hablarse de democracia en un país por el mero hecho de existir el sufragio universal para la elección de las principales autoridades. En un país donde hay una enorme desigualdad material no puede hablarse de un sistema electoral democrático. Son los candidatos comprometidos con los grandes grupos económicos quienes finalmente alcanzan las mayorías. Por eso, su quehacer está dirigido a proteger los intereses de esos grupos y no los de sus electores, ni mucho menos buscan la protección de los intereses de sus pueblos.

De otro lado, sistemas electorales intolerantes frente a la opinión distinta, no son sistemas democráticos. La historia de América Latina es abundante en la eliminación por todos los medios de individuos y colectividades que resultan “incómodas” al statu quo, y por eso, llegan inclusive a la eliminación física de sus contradictores. En sistemas electorales donde impera la corrupción, se encarcelan a los opositores, se mata a candidatos y amenazan y masacran a sus simpatizantes, no se puede hablar de democracia. En general, por todos los vicios que tienen los sistemas electorales se vive un ambiente de incredulidad ante “lo electoral” que se refleja en el abstencionismo que viene produciéndose en diferentes partes del continente.

Un sistema electoral que carezca de políticas sociales que asegure las necesidades básicas y que garantice la justicia social, jamás será democrático y mucho menos legítimo.

En palabras de Willy J. Stevens, diríamos: Un cementerio social nunca resultó ser un terreno propicio para la democracia. Si en varios países al sur del Río Bravo las elecciones libres y abiertas no llevan a una mayor democracia “social”, todo el proceso mítico alrededor de las urnas se considerará cada vez más como un parche cosmético que permita legitimar una estructura social injusta. Mientras la democracia “electoral” no logre reducir las desigualdades crecientes, la pobreza y la delincuencia, con toda legitimidad cabe cuestionar su utilidad. Sin el sustento social de las políticas públicas impera la ingobernabilidad. Definitivamente la democracia es una empresa incompleta en América Latina” [13]

5º. La IMPUNIDAD en relación a los crímenes de lesa humanidad y a las graves violaciones a los derechos humanos se constituye en un verdadero obstáculo-además insalvable- en el camino de la construcción de un sistema democrático. Cuando los gobernantes de derecho o de facto que han cometido los peores crímenes contra su pueblo quedan favorecidos o abrigados con el manto de la impunidad, no se puede construir una sociedad seriamente comprometida con el establecimiento de democracias sólidas y duraderas. La construcción de una democracia real, debe estar fundada en la sanción de los criminales que desde el ejercicio del poder hicieron tanto daño a sus pueblos. Sobre este tema profundizaré más adelante.

6º El papel de los medios masivos de comunicación es un factor muy importante en cualquier democracia. Si los medios de comunicación están democratizados, si todos los sectores de la sociedad tienen acceso a los mismos para dar a conocer su pensamiento, si los medios no responden a intereses particulares, si los medios actúan con responsabilidad social y efectivamente se ocupan de informar con veracidad y objetividad, se tiene asegurado el mejor de los medios para consolidar una democracia.

Si los medios “privatizan” la opinión pública, si desinforman, si manipulan la opinión, si responden a los intereses de “élites” o a los de sus dueños, si impiden la libre expresión, tendremos el más difícil obstáculo para construir democracia. Los pueblos tienen derecho a una información veraz y objetiva. Un pueblo bien informado es constructor de su destino, pero un pueblo mal informado es parafraseando al Libertador Simón Bolívar “un instrumento ciego de su propia destrucción”. Pero ante todo, la democratización de los medios es abrir las puertas de acceso al pensamiento de todos los sectores de la sociedad, empezando por los sectores más necesitados y por los que representan el anhelo democrático de sus pueblos.

Infortunadamente, el común denominador en AL, es que los medios masivos son los parlantes de las élites dominantes, razón por la cual los medios se constituyen en verdaderas amenazas sociales. En los países donde hay profundos conflictos armados y sociales, se requiere de medios socialmente responsables, que sean veraces y objetivos en el cubrimiento y análisis de los hechos. Lamentablemente, en muchas ocasiones, desde las editoriales de los grandes medios se invita al odio contra toda expresión democrática y de justicia social. De modo que los medios se convierten en verdaderos “sicarios” de la paz, determinadores de crímenes y agitadores de la guerra contra todo lo que signifique defensa de intereses populares y democráticos. 7º. La influencia militar en la vida política de los Estados es un obstáculo en la construcción o consolidación democrática de las naciones. El poder civil debe efectivamente sobreponerse al poder militar. Las “democracias” sometidas al poder militar son democracias de fachada, toda vez que las decisiones fundamentales son tomadas desde la “sombra del poder” y no desde un gobierno auténticamente civil. En América Latina ha predominado la expresión militar en defensa de los grandes intereses de los detentadores del poder, sobre la expresión militar con criterios nacionalistas y populares. De hecho, éstos han sido depuestos o derrotados cuando asumen posiciones con principios democráticos. Entre 1979 y 1991, se produjo el “repliegue” de unas quince dictaduras militares (Honduras, Haití, Guatemala, El Salvador, Panamá, Nicaragua, Surinam, Brasil, Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina).

En resumen, para iniciar verdaderos procesos de consolidación democrática se requiere realizar profundas transformaciones democráticas en la estructura económica, social, cultural y política, de modo que se elimine todo tipo de exclusiones, principalmente en el goce de los bienes materiales mínimos (distribución de la riqueza) para garantizar una vida digna a toda la población. Esas transformaciones necesitan contar con gobiernos democráticos, autónomos, que se orienten por la libre autodeterminación de sus pueblos. Esas transformaciones requieren de gobiernos que “rompan” el eterno avasalle ante los EU, la banca mundial y las multinacionales. Se requiere de gobiernos que impulsen las economías nacionales y regionales que se opongan o al menos, reduzcan los alcances y efectos de la llamada “globalización”.

No creo en el fatalismo de Willy J. Stevens, quien asegura, por ejemplo, en relación a la deuda externa que “reparar un desastre económico al margen del FMI resulta una empresa quijotesca” en clara crítica a los expresidentes Rodrigo Carazo de Costa Rica (1978), Alan García del Perú (1987) y Rafael Caldera de Venezuela (1994) por tratar de imponer su propio ritmo para pagar la deuda [14].

La economía asiática, y la realidad Cubana son ejemplo de resistencia al fenómeno “globalizador”. Pese al bloqueo y embargo, pese la ley Helms-Burton de 1995, Cuba ha logrado evitar el aislamiento internacional, alcanzando un crecimiento del PBI del 7.8%. El 93% de la población tiene agua potable, un promedio de 518 médicos por cien mil habitantes frente a Nicaragua que tiene sólo 82 médicos por cada cien mil habitantes y una tasa de analfabetismo del 32.1% o Haití que únicamente tiene 16 médicos por cada cien mil habitantes, una tasa de analfabetismo del 52.2% y con solamente un 37% de la población que tiene acceso el agua potable.

Derechos Humanos en America Latina*

Repasar la historia de América Latina, es repasar 500 años de intervenciones, de invasiones, de inmisericorde bloqueo, saqueo, de genocidios, etnocidios y ecocidios, de olvidos y abandono. Pero repasar la historia de América Latina también es repasar 500 años de resistencia heroica indígena, negra y popular. Desde la resistencia a la invasión europea de hace 500 años, hasta la resistencia y lucha contra el imperio norteamericano y las instituciones internacionales que patrocinan la expoliación de la tierra latinoamericana han desfilado mártires desde México hasta la Patagonia y desde la costas del Pacífico hasta las costas del Atlántico. Los pueblos de América Latina tienen la valentía, la hidalguía y dignidad que no tienen sus gobernantes, quienes actúan en favor de los verdugos de sus propios pueblos. En los muros de muchas ciudades latinoamericanas se lee: “Cuba dignidad de América”. Mucha razón les asiste a los autores y reproductores de esta frase. La larga y heroica resistencia del pueblo cubano contra cuatro décadas de permanente asedio, intervención, amenaza y bloqueo por parte de la potencia militar más grande del mundo es un caso digno de admiración universal. La propia Asamblea de las Naciones Unidas, casi unánimemente ha votado repetidamente contra el bloqueo que EU mantiene contra el pueblo cubano.

Cómo olvidar el genocidio indígena, el arrasamiento cultural y el ecocidio de nuestras tierras a manos de los primeros invasores europeos?

Cómo olvidar la penetración especuladora de capitales extranjeros y de empresas multinacionales que hoy chupan la sangre de las “venas abiertas de América Latina” ?

Cómo olvidar invasiones militares norteamericanas directas como las sufridas por pueblos como Panamá, Granada, Cuba, Nicaragua, República Dominicana, Haití, entre otros?

Cómo olvidar la agresión terrorista norteamericana contra la Nicaragua Sandinista, que produjo una condena de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, la cual no fue cumplida por las propias presiones de los victimarios?

Cómo olvidar que procesos democráticos han sido “ahogados” por la intervención de los EU con la complacencia de grandes pulpos económicos, como ocurrió en Panamá, Chile, en Guatemala, en Nicaragua, en Grenada, en República Dominicana?

Cómo olvidar que dictaduras militares o “democracias” corruptas, terroristas y violadoras sistemáticas de los derechos humanos han sido apoyadas y sostenidas por el poder imperial, por ser afectas a sus intereses?

Cómo olvidar que desde la cúpula del poder internacional se han planeado y ejecutado los grandes crímenes contra pueblos enteros. Por ejemplo, que el 93% de las 50.000 desapariciones y 150.000 asesinatos durante la confrontación armada que soportó Guatemala fueron cometidos por los mandos militares de ese país con la ayuda de la Agencia Central de Inteligencia -CIA- y el ejército de los EU, según lo reveló la Comisión Oficial de Esclarecimiento histórico?

Cómo olvidar que actualmente los EU continúan interviniendo en los destinos de los pueblos de AL, -con o sin pretextos- como el de la lucha internacional contra el narcotráfico, tal como ocurrió en Bolivia y tal como ocurre actualmente con El Plan Colombia, que incrementa la guerra contra el pueblo colombiano y acrecienta el abandono social y la violación de los derechos humanos? El propio Bill Clinton (o “vil” Clinton) reconoció ante el Consejo de las Américas en el pasado mes de Mayo de 2000 que tenía que “ganar la guerra en Colombia para asegurar el libre comercio en todo el continente”. Este plan tiene el objetivo estratégico de ejercer control militar sobre la región. Cómo olvidar que la miseria, que la pobreza de 500 millones de latinoamericanos se explica por el sojuzgamiento extranjero y la avidez de la banca mundial y de los monstruos de la economía universal?

Cómo olvidar que América Latina tiene suficiente riqueza para asegurar la satisfacción de las necesidades básicas de toda su población por muchísimos años, pero que, sin embargo, más de millón y medio de sus habitantes muere de hambre cada año?

Cómo olvidar que los crímenes contra las tierras de los José Martí, de los Farabundo Martí, de los Augusto Sandino, de los Simón Bolívar, de los José Artigas, de los Emiliano Zapata, de los indígenas gallardos, de los cientos de miles de víctimas que han entregado su vida por la libertad de estos países, se encuentran en la más completa y vergonzosa impunidad?

La historia de América Latina es la historia de la violación sistemática de los derechos de los pueblos y de los derechos fundamentales de la inmensa mayoría de sus pobladores.

En la última década se ha consolidado la hegemonía política, económica y principalmente militar de los EU. El ” American Way Life” se ha extendido de la mano de la globalización en todos los rincones del planeta, entre tanto América Latina se ha consolidado como “el patio trasero” de la superpotencia. El alzamiento indígena Zapatista en México el primero de enero de 1994, cuando entró en vigor el NAFTA se convirtió en una campanada de alerta para el mundo sobre las inequidades y peligros que entraña un modelo económico impuesto por los más fuertes para favorecer a los más fuertes. [15]

Los EU manejan una doble moral en materia de derechos humanos. De un lado se autoproclaman lideres en la lucha internacional contra el terrorismo (léase toda acción contra intereses suyos) y titánicos defensores de derechos humanos; y de otro lado, desconocen las decisiones de las instancias internacionales que le han condenado por sus acciones terroristas (decisión de la Haya en relación al terrorismo antisandinista); se niegan a suscribir o ratificar los principales tratados o convenios internacionales de derechos humanos (Convención Internacional de los Derechos del Niño, tratados o convenios a favor de la protección del medio ambiente, la Convención Americana de Derechos Humanos, entre otros). EU no sólo viola los derechos humanos al interior de sus fronteras, sino que promociona la violación sistemática de los derechos humanos (civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, derecho al desarrollo y la paz) en todo el planeta, y por supuesto, en América Latina.

Del diario “The Guardian” de Londres” en relación a la política intervencionista de los EU en América Latina, quiero resaltar apartes de un artículo escrito por Isabel Hilton: “…La interferencia de los Estados Unidos en la política interna de América Latina a lo largo de los últimos cincuenta años, desde el final de la segunda guerra mundial, fue generalizada, implacable y en la mayoría de los casos desastrosa en sus consecuencias. La semana pasada los EU revelaron 17.000 documentos previamente clasificados en relación con la injerencia de la CIA en Chile. Los documentos, muchos de ellos altamente censurados fueron desclasificados por el departamento de Estado de los Estados Unidos, la Agencia de la Información de la Defensa (DIA), la CIA, el FBI y el Departamento de Justicia. Esta es la cuarta y la última ronda de desclasificaciones ordenada por el presidente Clinton.

La revelación de que los EU ayudaron a Augusto Pinochet a hacerse con el poder mediante la desestabilización del gobierno del presidente Salvador Allende puede haber llegado por sorpresa sólo a aquellos que se han pasado los últimos 25 años en un estado de denegación, pues a pesar de la censura, los documentos confirman que además de las ya conocidas sucias maquinaciones contra Allende, entre 1971 y 1973 el gobierno de los EU concedió 4 millones de dólares a los partidos políticos de la oposición, mayormente a la democracia cristiana; que la CIA dedicó 2.6 millones de dólares en apoyo a la democracia cristiana en las elecciones de 1964 en Chile y que los EU continuaron subvencionado a los partidos políticos ya entrada la década de los 80. El diario el Mercurio recibió un apoyo encubierto de unos 1.6 millones de dólares de manos de agentes de los EU. El Mercurio era uno de los principales críticos del gobierno de Allende. Chile no es el único caso. La verdad es que la política de los EU en A.L. fue esclava durante varias décadas de la doctrina de la seguridad nacional, según la cual la consideración hacia los derechos humanos o la democracia era secundaria respecto de la lucha contra lo que EU percibía como influencia soviética o cubana, por amplia que fuera la definición. Esta incluía todos los intentos por conseguir un cambio político o justicia social. Sus ejecutores fueron los oficiales de los ejércitos latinoamericanos entrenados por los EU en la Escuela de Las Américas en Panamá. Allí éstos aprendieron a implementar la guerra sucia contra sus propias poblaciones civiles y siguieron poniendo en práctica lo aprendido con mucho entusiasmo. Así que mientras los diplomáticos de los EU promovían públicamente las ideas democráticas, su gobierno se dedicaba a patrocinar ejércitos y servicios de inteligencia que conducían salvajes guerras internas contra todo oponente político, muchos de la izquierda, otros meros reformadores demócratas, sindicalistas o activistas por el derecho a la tierra. Cuando estas acciones provocaban una guerra civil o una dictadura militar, las sucesivas administraciones de los EU entraban en colusión con estos regimenes para encubrir las masivas violaciones de los derechos humanos, desinformando no sólo a la opinión pública de los EU, sino en ocasiones al propio congreso. Esta política se pagó en A.L. con las muertes y desapariciones de al menos -y esta cifra más bien conservadora- 100.000 personas (muy conservadora la cifra) a lo largo y ancho del subcontinente. Sus fantasmas continúan acechando los países en donde estos ocurrieron. Si Chile fue el caso más notorio el más trágico fue Centro América. Esta abarca la guerra civil de El Salvador, la guerra de los Contra en Nicaragua y el genocidio perpetrado contra la población indígena de Guatemala por parte de una serie de regimenes militares que llegaron al poder después de que EU patrocinara el golpe de 1950. En Argentina, Chile y América Central las consecuencias de la política de los EU persisten en ejércitos que mantienen un excesivo poder y en los conflictos provocados por los continuados esfuerzos de las familias de las víctimas encaminados a localizar los restos de sus familiares y enjuiciar a los perpetradores. Pero en el país que se autoproclama como la democracia más avanzada del mundo existe impunidad para los hombres que concibieron y ejecutaron estas políticas.

Mientras subsista este orden impuesto, será inevitable la sistemática política de violación a los derechos humanos. Las voces solidarias del mundo deben levantarse contra la ignominia a que está siendo sometida América Latina. Sus gobiernos deben obrar con dignidad, rebelarse contra toda causa de opresión, sus pueblos deben solidarizarse en la lucha por construir un mundo respetuoso de los derechos humanos y garantizador de todos los derechos humanos para todos los humanos.

Derechos humanos e impunidad en America Latina

Hemos dicho que una paz y una democracia duraderas, sólo son posibles si se respetan los derechos humanos, si se establece una verdadera justicia social, lo mismo que se hace imperativo castigar los crímenes cometidos contra la humanidad. La impunidad, el perdón y el olvido no son jamás cimientos firmes para construir la paz.

Se ha señalado a quienes propugnan por la lucha contra la impunidad que son “enemigos” de los procesos de paz y de reconciliación. A éstos pregoneros del olvido de crímenes de lesa humanidad hay que decirles, que la única manera de asegurar un proceso de paz sólido y duradero es garantizando la VERDAD, LA JUSTICIA Y LA REPARACION INTEGRAL.

Una verdad que le diga al mundo quienes fueron los responsables de la sistemática violación de los derechos humanos. Una verdad que le diga al mundo qué intereses representaban los victimarios y qué intereses representaban las víctimas. Una verdad que individualice a las personas e instituciones nacionales e internacionales responsables -por acción u omisión- de los crímenes cometidos contra los pueblos. Una verdad que diga al mundo qué pasó con las víctimas y ubique el paradero de las mismas. Una verdad que debe ser confesada por los responsables.

Se requiere además de la verdad, que haya JUSTICIA. Una justicia que signifique establecimiento concreto de responsabilidades. Una justicia que sea conocida por el mundo. Una justicia que sancione ejemplarmente a los responsables de crímenes contra los pueblos. Una justicia que implique el auto reconocimiento y responsabilidad de los Estados en los crímenes de lesa humanidad. Una justicia que de no ser posible aplicar al interior de los Estados, se aplique a través de la jurisdicción universal en materia de derechos humanos.

Además de VERDAD Y JUSTICIA, se requiere REPARAR INTEGRALMENTE a las víctimas y a las comunidades afectadas con los crímenes. Esa reparación debe asegurarse desde lo político, desde lo ético, desde lo social, desde lo psicológico, desde lo moral y lo económico. La REPARACION debe rescatar la memoria de las víctimas, lo que conlleva reivindicar sus ideas, sus sueños y sus utopías. La REPARACION implica negar el olvido y rescatar la memoria histórica de las víctimas y sus luchas. La reivindicación significa asegurar la memoria histórica permanente de lo ocurrido para evitar su repetición. La REPARACION lleva consigo la necesidad de hacer todo lo necesario para recomponer el tejido social afectado con las violaciones. La REPARACION lleva implícita la reparación integral de las víctimas, sus familiares, comunidades y la sociedad. La REPARACION significa asegurar los derechos vulnerados a las comunidades y las reivindicaciones por las que murieron las victimas. REPARACION es que los Estados y victimarios pidan perdón público a la sociedad y a las víctimas y sus familiares por el inmenso daño causado.

Sólo después de materializada LA VERDAD, LA JUSTICIA Y LA REPARACION INTEGRAL, podría hablarse de RECONCILIACION. Este es un proceso lento y difícil, pues no es sencillo hablar de reconciliación entre victimarios y víctimas. En todo caso, la reconciliación implica la VERDAD, LA JUSTICIA Y LA REPARACION con las características y condiciones anotadas. Los únicos que pueden perdonar a los victimarios son las víctimas y sus familiares, luego del proceso referido. Nadie más tiene la autoridad moral para hacerlo.

Cuando se omite la búsqueda de la verdad, la materialización de la justicia y la reparación, las sociedades están condenadas a no superar el trauma y daño ocasionado con los crímenes de lesa humanidad. Ningún proceso de reconciliación o de paz puede erigirse válidamente, si está basado en la IMPUNIDAD y el OLVIDO. La paz y la justicia no son conceptos antagónicos sino complementarios. Sin justicia no hay paz real y duradera. Chile (caso Pinochet) nos ha mostrado que la sed de justicia no se calma, si hay impunidad. Sólo castigando a los responsables de tan graves crímenes se pueden erigir verdaderos procesos de reconciliación. Los procesos construidos sobre la impunidad son procesos mentirosos y frágiles. El ocultamiento de la verdad y la protección de los victimarios estimulan la repetición de los crímenes. La impunidad genera intranquilidad e inseguridad política y jurídica. La justicia es la columna vertebral de la paz, sin la primera no es posible la segunda. ¿Cómo puede pensarse en procesos de paz o reconciliación IMPONIENDO el PERDON Y EL OLVIDO sobre miles de desaparecidos, miles de asesinados, miles de detenidos, miles de torturados? Un monumento a la paz inexorablemente se hundirá si está construido sobre las arenas movedizas de la impunidad; a cambio, un monumento a la paz se mantendrá erguido si está construido sobre las firmes bases de la justicia.

Por eso, se debe evitar a toda costa que los graves crímenes de la humanidad queden amparados por el olvido y la impunidad. Apenas hace 12 días, en Colombia más de una docena de ONG de derechos humanos publicó tres tomos donde se recopilan más de 38.000 crímenes de lesa humanidad. En el informe COLOMBIA NUNCA MAS, se hace la exigencia de la consigna: VERDAD, JUSTICIA Y REPARACION INTEGRAL y se advierte sobre los peligros que implica el olvido y la impunidad.

América Latina ha sido teatro de dantescas obras de ignominia que merecen el repudio universal. Lo peor: en este teatro esas pesadillas han terminado con el aplauso de los propios victimarios, seguido del aplauso de quienes se beneficiaron con las largas noches de terror. En ese teatro hay millones de espectadores que no calentaron sus manos con aplausos cómplices, sino que esperan angustiosamente el capítulo final: la luz de la Verdad, la Justicia y la Reparación. En el ámbito internacional la verdad y la justicia constituyen verdaderos derechos.

A.L. ha vivido siglos de terror y la mas absoluta impunidad. Sólo para recordar hechos más recientes, distintos regimenes militares promulgaron autoamnistías: Chile en 1978, Argentina en 1983 y Guatemala en 1982 y 1986. La ley de amnistía brasileña de 1979, fue el resultado de una solución negociada entre los militares y los partidos de oposición.

También los “gobiernos civiles” han promulgado leyes de amnistías: Argentina en 1986, 1987 y 1989; Uruguay en 1986; el Salvador en 1983 y Honduras en 1982, 1987 y 1991.

En el marco de “acuerdos de paz” en Centroamérica conocidos como “Esquípulas II” se proclamaron amnistías en El Salvador, Guatemala y Nicaragua en 1987. Guatemala en 1996 promulgó otra amnistía en el marco de un acuerdo de paz. Entre 1982 y 1988 en Guatemala se expidieron 14 decretos de amnistías.

Fujimori en el Perú, decretó una amnistía que favoreció a policías y militares que cometieron abusos durante el periodo 1980 a 1995.

El cuadro de amnistías tiene que examinarse comparándolo con el cuadro de asesinatos y desapariciones ocurridos durante las dictaduras y las guerras civiles en A.L.

 

Pais Periodo Asesinatos Desaparecidos Amnistias
Argentina 1976-1983 35.000 10.000 1985, 1989
Chile 1973-1990 1.934 1.080 1978
Uruguay 1972-1986 254 164 1986
Salvador 1980-1991 75.000 35.000 1985, 1993
Guatemala 1954-1996 150.000 45.000 1982, 1988
Guatemala 1962-1982 N.D. 184 1982/87/91

 

Los Estados tienen la obligación internacional de investigar los crímenes, de sancionar ejemplarmente a los responsables, de reparar integralmente los daños. Sin embargo, la historia reciente y más pretérita nos muestra que la impunidad ha campeado oronda frente al imperativo político y ético de procesar y castigar a los responsables.

Las comisiones de La Verdad han logrado establecer o poner en evidencia las estructuras causantes de las violaciones masivas y sistemáticas de los derechos humanos, sin embargo, han sido insuficientes o precarias para individualizar el conjunto de responsables. Por eso, las Comisiones deben estar acompañadas de un compromiso serio del aparato judicial para investigar, procesar y castigar a los responsables.

Willy Stevens dice que “las amnistías de autoservicio e indultos arrancados a la sociedad civil no hacen sino reforzar la impunidad. Por el ejemplo negativo que constituyen afectan automáticamente el respeto del ciudadano por sus propias instituciones jurídicas. Aunque indirectamente, fomentan por tanto la criminalidad, el crimen y la culpabilidad que no se pueden borrar por arte de magia legal” [16]

Está claro que las amnistías para los perpetradores de crímenes contra la humanidad son inválidas, ilegítimas, inmorales y antiéticas. Esos “perdones” ofenden la conciencia de la humanidad y contradicen la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad.

En materia de violación de derechos humanos es imprescindible superar todos los obstáculos que hasta hoy han entronizado la impunidad. Es menester procesar y enjuiciar a los responsables de tan graves crímenes. De ser preciso, hay que acudir ante instancias internacionales y aplicar la jurisdicción universal en materia de derechos humanos.

Propuestas

Propongo que en adelante se elimine del vocabulario de los latinoamericanos y del tercer mundo las expresiones “países en desarrollo” ,”países subdesarrollados”, “países en vía de desarrollo”, “países menos adelantados” y otros similares, que son eufemismos y manipulaciones del lenguaje que tienen el fin ideológico de ocultar la verdadera situación de nuestros pueblos y encubrir a los responsables. Debemos usar más bien expresiones como: países expoliados, saqueados, explotados, superexplotados, sojuzgados u otras similares que den cuenta de la verdad histórica.

En relacion a la globalizacion y deuda externa

– Emprender campañas nacionales e internacionales contra la globalización. – Construir un movimiento mundial contra la llamada globalización – “Globalizar” las luchas contra la globalización y sus responsables – Celebrar una Gran Cumbre Mundial contra las instituciones financieras multilaterales y la globalización – Exigir a la comunidad internacional (ONU, UE, etc) acciones eficaces para establecer un orden mundial justo. – Establecer la unidad latinoamericana contra la globalización. – Establecer un mercado regional latinoamericano que verdaderamente integre la región y le permita disminuir los efectos nocivos de la globalización económica y asegurar condiciones propicias para la construcción de sociedades democráticas y en paz. – Desarrollar un movimiento internacional contra la globalización y sus agentes impulsores. – Aplicar la regla 20/20 establecida en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social en 1995 en Copenhague, según la cual los países en “vía de desarrollo” se comprometieron a invertir una quinta parte de sus presupuestos en gastos sociales básicos, mientras las naciones donantes dedicarían el 20% de su ayuda a esa forma directa de lucha contra la pobreza. – Declarar que América Latina no es “deudora” sino “acreedora” de los países, de las multinacionales y organizaciones comerciales y financieras que han saqueado los recursos del continente. Hay una inmensa deuda social a favor de los pueblos latinoamericanos sin pagar. – No pago de la deuda externa por ser impagable, por ser ilegal e ilegítima. Si alguien debiera pagarla, que lo hagan los ricos que se han beneficiado de la misma. – Impulsar tribunales nacionales e internacionales para enjuiciar ala deuda externa y sus responsables. – Exigir que los gobiernos y la comunidad internacional se ocupen prioritariamente por resolver el problema de la deuda externa. – Buscar que los capitales que han salido como producto del manejo doloso de los procesos de endeudamiento sean repatriados. – Hacer exigibles los derechos económicos, sociales y culturales. La Declaración de Quito del 24 de Julio de 1998 podría ser la guía de lucha. – Impulsar la creación de la Carta Social Americana, en la que los Pueblos de América reivindiquen sus derechos como tales. – Rescatar los principios de la Declaración Universal de los Pueblos (Declaración de Argel) como instrumento reivindicatorio de los derechos de los pueblos, principalmente a la autodeterminación, al desarrollo y a la paz en condiciones de justicia social y contra toda forma de dominación imperial.

En relacion a la democracia y los derechos humanosnos reúne en este importante

– Rescatar el concepto de democracia, según el cual sólo hay democracia si se garantizan efectivamente los derechos humanos. – La paz debe ser el resultado del efectivo respeto de los derechos humanos y no al revés. – Superar la impunidad como fundamento para construir reales procesos de paz y reconciliación. – Cada sistema judicial debe investigar y sancionar a los responsables de crímenes de lesa humanidad: de no funcionar los recursos internos llevar los casos ante las instancias internacionales y hacer uso de la jurisdicción universal en relación a las graves violaciones de los derechos humanos. – Evitar leyes de amnistías, indultos o de punto final que beneficien a los perpetradores de crímenes de lesa humanidad. – Luchar por eliminar las leyes que han posibilitado la impunidad a favor de los violadores de derechos humanos – Realizar un Tribunal Internacional o CONTINENTAL de Opinión para juzgar a los países, instituciones y personas a nivel nacional e internacional responsables de la sistemática violación de los derechos humanos del pueblo latinoamericano.

La mejor salida para confrontar la problemática de nuestros pueblos es la unidad de los patriotas y pobres en cada nación con vínculos de solidaridad latinoamericana. No se puede esperar que el problema lo resuelvan quienes se benefician de él. El problema lo debemos resolver quienes lo sufrimos.


Notas

* Texto presentado en la conmemoración del 52 Aniversario de la Promulgación de la Declaración Universal de Derechos Humanos. (regresar)

1 Memorias del EncuentroLatinoamericano. LOS Derechos Humanos frente a la deuda externa Quito enero 2000 (regresar)

2 Foro Internacional sobre las Telecomunicaciones realizado en agosto de 1997 (regresar)

3 Elaborado en 1997 (regresar)

4 Realizada en septiembre de 2000 en Nueva York con presencia de 166 jefes de Estado (regresar)

5 Terre Des Hommes. «El derecho a la equidad». Etica y mundialización social. pag. 153. primera edición 1997. (regresar)

6 Las políticas sociales de los 90 ¿En el triángulo de las Bermudas? (regresar)

7 Memorias del Encuentro Lationoamericano sobre deuda externa. Quito. Enero de 2000. (regresar)

8 Stevens, Willy. Desafíos de América Latina. 1999. Pag. 324. (regresar)

9 Stevens. Op.cit. (regresar)

10 CEPAL, La Brecha y la equidad.1997. (regresar)

11 Stevens. Op. Cit. Pag. 103. (regresar)

12 García Alan. La Década Infame. Deuda externa 1990-1999. Ed.Fica. mayo de 2000. (regresar)

13 Stevens Willy J. Desafios para América Latina. Ed. TAURUS. 1999- pag.85. (regresar)

14 Desafíos para América Latina.Editorial TAUROS. 1999. Pag.16.(regresar)

15 Perez, Luis Guillermo. Ponencia «Bill Clinton y los derechos humanos en América Latina» (regresar)

16 Stevens.op. cit. Pag.263-265. (regresar)

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