Un 4 de julio: “Alirio de Jesús Pedraza Becerra, 23 años después su vida continúa inspirándonos”

Un 4 de julio: “Alirio de Jesús Pedraza Becerra, 23 años después su vida continúa inspirándonos”

Alirio fue un boyacense, defensor de DDHH y abogado vinculado desde 1982 a la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos. El 4 de julio de 1990, cuando regresaba del trabajo con destino a su casa en el barrio Suba (Bogotá), donde lo esperaban su esposa y su hijo, fue detenido y desaparecido por miembros de organismos de seguridad del Estado colombiano.

 

 

 

Alirio tenía 40 años de edad, actuaba en varios procesos judiciales por casos de graves violaciones de DDHH cometidas por miembros de la fuerza pública, y representaba 42 sindicalistas detenidos y torturados por miembros del Ejército nacional en marzo de 1990. Alirio había sido amenazado por paramilitares de Boyacá y la vivienda de su madre había sido allanada por miembros de batallón Tarqui de Sogamoso en agosto de 1989.

Cada año recordamos públicamente la vida de Alirio, y denunciamos que un día como hoy, la criminalidad del Estado quiso aniquilarlo. Pero cada día y cada momento sigue viva la energía de su proyecto y su apuesta por la dignidad, a través de quienes con su ejemplo continúan abogando por los más débiles, por las víctimas que produce la misma criminalidad que él atacó con vehemencia 23 años atrás.

¡Por la vida, la dignidad y la justicia. Mantengamos encendida la luz de la memoria!

Observatorio de Derechos Humanos y Violencia Política de Boyacá y Casanare
Fundacion Comité de Solidaridad con los Presos Polticos

José Humberto Torres, abogado de la Fcspp y amigo de Jesús Alirio Pedraza, escribió en julio del año 2010 un texto al que denominó “Somos tierra fácil para el olvido”; acontinuación algunos fragmentos.

A quienes -para la época- estábamos al frente de la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, la noticia de la desaparición de Alirio nos dio en el alma. Justo por esos días habíamos sido víctimas de un golpe al corazón de la institución del que aun no nos aliviábamos; varios miembros de nuestra Seccional en la ciudad de Cali habían sido detenidos y salvajemente torturados como consecuencia de la cacería de brujas adelantada por la Tercera Brigada del Ejército, unidad militar que para la época estaba al mando del hoy general en retiro MANUEL JOSE BONETT LOCARNO. Alirio había asumió con firmeza la defensa de nuestros compañeros y amigos, eran tiempos de la justicia sin rostro o “justicia descarada” como la denominó el ya vitalicio senador Roberto Gerlein Echeverria.

Las horas pasaban, Alirio no aparecía, de él solo sabíamos que en la noche anterior un colega nuestro, que hoy vive exiliado en Londres, lo había dejado en la carrera 50 al occidente de Bogotá donde tomaría el trasporte hacia su residencia. Esa fue la última pista que de él se tenía.

Apresurados convocamos una junta ampliada para discutir el quehacer, delegamos en nuestro presidente de la época la tarea de interlocución con las autoridades y los demás nos dedicamos a las faenas de búsqueda. En ello, elaboramos y multicopiamos miles de volantes con una fotografía y los datos personales de Alirio, conformamos equipos de trabajo, cuadriculamos la ciudad y la distribuimos por áreas, de inmediato iniciamos la labor. Alejandro Álvarez y yo nos dimos a la tarea de recorrer a pie, la posible ruta tomada por Alirio para llegar a su casa en el municipio de Suba, entregando en el camino volantes a conductores de bus urbano que cubrían la ruta, y a cuanta persona nos tropezamos. También los pegamos en cada poste que encontramos, y preguntamos a los vendedores estacionarios si habían visto detener a una persona con las características morfológicas de Alirio. No quedó un solo CAI y/o estación de policía de la zona que no visitáramos.

Agotados, arribamos a media noche al apartamento de Alirio en Suba, allí estaban, presos de angustia, ansiedad y desasosiego, Virginia, su esposa y Humberto, su hijo, un niño de apenas comenzaba a conocer el mundo ellos al igual que todos nosotros teníamos la fe en que Alirio aparecería pronto y con vida.

Fue entonces cuando Virginia nos comentó que Alirio había cultivado la sana costumbre de visitar previamente una panadería cerca de su apartamento para no
llegar donde los suyos con las manos vacías. Sabíamos que el paso del tiempo es el peor enemigo de la verdad, por eso nos despedimos no sin antes darle una voz de aliento, minutos después hallamos la panadería que cuando llegamos ya estaba cerrada al público. En el lugar fijamos varios volantes y embutimos muchos más por debajo de la puerta.

Trascurrieron los días y de su paradero nada sabíamos. Apoyados en la comunidad de derechos humanos “movimos cielo y tierra” buscando a Alirio o pistas que nos condujeran a conocer su paradero. Fue entonces cuando decidimos realizar todos los miércoles una concentración en el parque Santander de Bogotá para evocar su memoria y protestar por su desaparición. Algunos manifestantes resultaron lesionados y otros terminamos arrestados por adelantar esas consuetudinarias jornadas, la desesperanza se apoderaba de nosotros, todos los esfuerzos parecían infructuosos. De repente una luz surgió al final del túnel, la incesante búsqueda, la denuncia publica y los volantes que a diario distribuíamos arrojaban frutos. Un celador dió a conocer que Alirio había sido detenido esa noche del 4 de julio al salir de la panadería ubicada cerca de su lugar de residencia, se supo de buena fuente que el operativo estuvo a cargo de varios hombres que tras embarcarlo en un vehiculo desaparecieron rumbo al aeropuerto de guaimaral, un agente de la policía que transitaba por el lugar acudió en procura de saber que ocurría, los criminales exhibieron identificaciones de la policía judicial y argumentaron estar en un operativo, el policía los dejo ir.

Durante todos estos años muchas son las versiones que hemos recibido sobre el paradero de Alirio, se nos ha dicho que su cadáver fue sepultado en predios de la tristemente celebre brigada XX del ejercito ubicada en el barrio Usaquen al norte de Bogotá, se ha dicho también que del aeropuerto de Guaimaral fue traslado en avioneta a la Base Militar de Tolemaida donde luego de torturado fue asesinado y sepultado allí mismo.

Tal vez para despistar a los funcionarios de la Oficina de Investigaciones Especiales de la Procuraduría General de la Nación que llevaban el caso se corrió la especie de que lo habían visto deambulando por las calles del barrio Barlovento en Barranquilla en estado de indigencia.

Alirio era un hombre de convicciones puras, su vida profesional la dedico a la defensa jurídica de personas privadas de libertad por razones políticas; muchas de estas personas recobraron su libertad gracias al profesionalismo, a la capacidad intelectual y a la tenacidad de un defensor de derechos humanos que veinte años después sigue estando en la mente y en el corazón de quienes le conocimos.

La impunidad, ese mal endémico que corroe y caracteriza nuestra administración de justicia, tiene en el caso de Alirio Pedraza Becerra uno de sus mas preciados trofeos, han transcurrido veinte largos años desde su detención desaparición, ese 4 de julio de 1990, y aun no se ha hace justicia, no conocemos la verdad de lo ocurrido y no ha habido reparación alguna.

A pesar de estos años que han trascurrido aun conservo la esperanza de que algún día ALIRIO aparezca con vida y me anima la ilusión de llegar a tener en él a un entrañable amigo.

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