El MUNDO NO COMPRENDE (FUMIGACIONES EN LOS PARQUES NATURALES)

“El mundo nos va a tener que comprender la necesidad de que fumiguemos (por vía aérea) para evitar que a nuestra gente la sigan masacrando con el terrorismo”, dijo el presidente Uribe, según lo reseñó el diario El Tiempo de ayer, sin embargo, difícilmente “el mundo” logrará comprender, o por lo menos, justificar las fumigaciones en los parques nacionales naturales.

 

 

“El mundo nos va a tener que comprender la necesidad de que fumiguemos (por vía aérea) para evitar que a nuestra gente la sigan masacrando con el terrorismo”, dijo el presidente Uribe, según lo reseñó el diario El Tiempo de ayer, sin embargo, difícilmente “el mundo” logrará comprender, o por lo menos, justificar las fumigaciones en los parques nacionales naturales.

Muchas son las razones por las cuáles tal decisión no puede defenderse (salvo por los beneficiarios de la increíble infraestructura militar que las fumigaciones suponen), pero sólo indicaremos en esta ocasión, las que han sido señaladas por organos estatales nacionales y por organos intergubernamentales.

Primero, porque esta práctica desatiende la normatividad nacional relacionada con lo ambiental, lo que ya ha sido constatado por la Contraloría General de la República, que ha recomendado reiteradamente a las autoridades antinarcóticos, en epecial a la Dirección Nacional de Estupefacientes:

“”Es necesario que la Entidad cumpla con la normatividad ambiental vigente (Derecho al Medio Ambiente, los artículos 79 y 80 de la Constitución Nacional de 1991, Principios de precaución, Ley 99/93, Principio de Regulación, Inmediato, Integral y Principio Común pero Diferenciada, Declaración de Río de Janeiro en 1992, entre otras normas Ambientales Nacionales e Internacionales) ” [1]

Segundo, porque con la aspersión aérea de los parques, y como consecuencia de la desatención de las normas referidas se viola una multiplicidad de derechos constitucionales, tal y como lo ha señalado, la Defensoría del Pueblo:
“En el caso de los parques nacionales naturales se atenta contra varios preceptos del Estatuto Superior, tales como su afectación al dominio público por motivos de interés general (art. 1), la protección a la biodiversidad (art. 8), a la recreación (art. 52), a la función ecológica de la propiedad (art. 58), a la conservación de áreas de especial importancia ecológica (art. 79), su función para la prevención del deterioro ambiental, la protección de los ecosistemas y la garantía de desarrollo sostenible (art. 80), su carácter de inalienables, imprescriptibles e inembargables (art. 63), y la obligación del Estado de proteger el espacio público (art. 82).

Es de anotar que la Corte Constitucional, en su Sentencia C -649 de 1997, manifestó que la voluntad del constituyente se dirigía a que “las áreas integradas al sistema de parques nacionales se mantuvieran afectadas a las finalidades que le son propias; por consiguiente, la calidad de inalienables de los parques nacionales naturales, reconocida en el art. 63 debe entenderse en armonía con los arts. 79 y 80, (…), esto es que las áreas o zonas que los integran no pueden ser objeto de sustracción o cambio de destinación. En tales condiciones, se repite, ni el legislados ni la administración facultada por éste, puede sustraer, por cualquier medio las áreas pertenecientes al referido sistema ”. [2]

Tercero, porque pese a lo que dice la Administración actual, las fumigaciones no garantizan el debilitamiento del narcotráfico, ni mucho menos la relación entre conflicto armado y político interno y dicho fenómeno, siguiendo la reflexión realizada por el PNUD:

“Debilitar el narcotráfico es condición necesaria para superar el conflicto armado pero no suficiente porque la relación entre los dos problemas es bastante compleja. Acabar la droga no pone fin al conflicto y terminar el conflicto tampoco garantiza el fin de la droga. Además ésta no debe (ni puede) derrotarse de cualquier modo y a cualquier precio ”. [3]

Cuarto, porque los parques nacionales naturales constituyen verdaderos territorios de riqueza de la humanidad y como tales merecen la protección del Estado colombiano y respuestas de corte social y no de fuerza, tal y como lo ha señalado el representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en Colombia (UNODC):

“Sandro Calvani, nuevo representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), cree que “los parques son áreas que no pueden tocarse, son una riqueza de la humanidad. Sobre ellos los países tienen una soberanía limitada. Fumigarlos no es una solución”. Calvani propone más bien tener un control territorial fuerte que impida que entren a los parques insumos químicos para producir la cocaína y la heroína y que, al mismo tiempo, evite la salida de las sustancias. Estas soluciones de fuerza, que no necesariamente intervienen las zonas protegidas porque lo que crean es un cordón de seguridad, pueden ir acompañadas de programas de desarrollo alternativos (ver entrevista) focalizados en las poblaciones que habitan en los parques, para los que con seguridad la comunidad internacional estaría dispuesta a facilitar recursos. Al fin y al cabo, si son una riqueza de la humanidad, es justo que ésta contribuya en forma efectiva a protegerla ”. [4]
Quinto, porque los parques nacionales naturales no son territorios deshabitados, y por el contrario, en buena parte de ellos residen grupos de campesinos y también de indígenas que tienen especial protección en la normatividad nacional e internacional de los derechos humanos. Con razón el Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas, Sr. Rodolfo Stavenhagen, señaló:

“86. La expansión del cultivo y tráfico de estupefacientes y su combate, especialmente a través de las fumigaciones aéreas de los plantíos, han incidido en forma negativa sobre el medio ambiente, la economía, la vida social, la salud y la cultura de los pueblos indígenas.

106. A menos que lo pida expresamente una comunidad indígena con previo conocimiento completo de sus implicaciones, no deberán practicarse fumigaciones aéreas en plantíos de cultivos ilícitos cercanas a poblados indígenas o zonas de abastecimiento de estos poblados ”. [5]

El mundo no comprende la práctica de las fumigaciones como una política seria, justa, ni razonable. Colombia, es el único país del mundo que permite y practica la guerra química contra los cultivos de uso ilícito y que concentra su atención en el campesinado productor, no para la solución concertada de su tragedia económica, sino para la adopción de políticas de fuerza y criminalización.

Por lo anterior, no es razonable “comprender” esta política.

Sólo hay una guerra que puede permitirse
el ser humano: la guerra contra su extinción.
Isaac Asimov

Anexamos para complementar el análisis sobre la fumigación en Parques naturales, la editorial del diario El Tiempo, publicada el día de hoy, agosto 8 de 2006.

 

Se equivocan quienes creen que fumigando La Macarena se va a acabar con la coca allí
El Tiempo
Agosto 8 de 2006.

Habrá más coca y, por consiguiente, menos parque, pues los colonos y la guerrilla van a tumbar más monte, más lejos, para seguir sembrando.

Glifosato al parque

Pasó lo que se veía venir: posiblemente por primera vez en la historia de la lucha contra las drogas, un parque nacional natural ha sido asperjado con la mezcla de glifosato y cosmoflux que se viene empleando contra los sembrados de coca. Ya éramos la única nación del mundo en rociarlos desde el aire, pero desde el viernes, cuando empezaron a fumigarse 1.700 hectáreas de coca en el parque de La Macarena, somos la única en hacerlo sobre un parque natural.

Tras la muerte de los seis erradicadores, víctimas de una bomba de las Farc el pasado miércoles, el presidente Uribe abandonó su experimento de erradicación manual en un enclave de esta guerrilla y ordenó la fumigación del parque La Macarena. A lo que se procedió en el acto, con una celeridad que envidiarían otros estamentos de nuestra burocracia, el Ministerio del Interior, la Dirección Nacional de Estupefacientes y la Policía Nacional. Y el Ministerio del Medio Ambiente -que un día antes había dicho que la fumigación no sería inmediata- y la dirección de Parques Nacionales, como convidados de piedra.

Ciertamente, la erradicación manual en zonas bajo control casi completo de las Farc, como La Macarena, es una empresa extraordinariamente difícil y riesgosa. Aunque se logró acabar con casi 3.000 hectáreas de las cerca de 4.600 sembradas en el parque, el costo en vidas humanas fue muy alto: un total de 14 policías y 8 erradicadores perecieron en las trampas explosivas de la guerrilla en los casi ocho meses que lleva el operativo de erradicación manual en La Macarena, decretado por el Presidente luego de la muerte de 29 soldados en una emboscada de las Farc en esa zona, en los últimos días del 2005. Hubo, también, críticas a una operación que arrancó a gran escala, con cerca de 900 erradicadores, muchos, a las primeras de cambio, empezaron a desertar. Lamentablemente, como lo dijimos en su momento en otro editorial, estos reveses terminaron conduciendo a la conclusión equivocada: como la erradicación manual no funciona, entonces, a fumigar el parque.

Al margen de las implicaciones geomilitares del hecho (fracaso de la erradicación manual en esta simbólica zona porque las Farc no dejaron), la decisión de fumigar un parque natural no solo es, en sí misma, un atentado contra el insustituible patrimonio de la biodiversidad. Es llevar al extremo, empleándola contra un santuario natural, una estrategia de lucha contra las drogas ilícitas que cada día es más evidente que no funciona. Como dicen, peor el remedio que la enfermedad. Quienes creen que fumigando La Macarena -y, quizá, otros parques naturales- se va a acabar la coca allí sembrada, se equivocan: habrá más coca y, por consiguiente, menos parque, pues los colonos y la guerrilla van a tumbar más monte, más lejos, para seguir sembrando.

Es, a escala de una sola reserva, lo que le ha pasado a Colombia en estos años. Se han fumigado casi un millón de hectáreas, la superficie sembrada se ha reducido a la mitad, pero la productividad ha aumentado notablemente, el infierno se trasladó del Putumayo a Nariño y seguimos produciendo cocaína de sobra para abastecer la sostenida demanda estadounidense y europea. Ahora, a los muertos, el desplazamiento y el daño ambiental que genera esta fallida estrategia, vamos a añadir la perla de la corona: glifosato al parque.

Ojalá por una vez el supremo interés nacional se hubiese impuesto a las necesidades externas de la guerra contra las drogas. No fue así en esta ocasión y, con seguridad, lo lamentaremos.

[email protected]

 

 

Notas

[1INFORME DE AUDITORIA GUBERNAMENTAL CON ENFOQUE INTEGRAL – REGULAR – DIRECCION NACIONAL DE ESTUPEFACIENTES 2003. mayo de 2004

[2Principales pronunciamientos judiciales en colombia respecto a la erradicación de cultivos de uso ilícito. Conversatorio Facultad de Jurisprudencia, Universidad del Rosario. Septiembre 5 de 2003 Planteamientos de la Defensoría frente al programa de erradicación aérea de cultivos ilícitos con glifosato

[3Informe sobre Desarrollo Humano. PNUD. 2003. CAPÍTULO 13 DESNARCOTIZAR EL CONFLICTO: LA LUCHA CONTRA LA DROGA

[4REVISTA SEMANA Fecha: 03/28/2004 – Edición: 1143 ¡Enhorabuena!

[5COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS. 61.º período de sesiones. Tema 15 del programa provisional. CUESTIONES INDÍGENAS Derechos humanos y cuestiones indígenas. Informe del Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas, Sr. Rodolfo Stavenhagen

Share This