Mataron a Mongo. Así esas dos palabras pueblan la historia de Colombia, con una pausa al final que deja todo en la impotencia, y en el peso de que eso seguirá. Conocí a Mongo hace meses haciendo un peritaje para la Corte Interamericana del caso del asesinato de otro compañero suyo, el entonces presidente del Comité de Derechos Humanos de Segovia, Jesús Ramiro Zapata, asesinado en el año 2000 por un comando paramilitar en medio del control de la policía y el ejército.
Jaime estaba en esa reunión en donde todos los sobrevivientes de ese Comité me contaron una parte de lo vivido entonces. De quién era Ramiro, de lo que les pasó a todos y todas, desplazados desde entonces en otras ciudades de Colombia. Cuando escribo esto pienso en las cosas que no se pueden decir. En ese encuentro, cada quien trajo el pedacito de la historia y lo juntaba a los de los demás para compartir entre ellos, y para ayudarme a entender. Uno puede pensar que ya conoce historias parecidas, y darse cuenta entonces de que esa insensibilidad te vuelve ciego.
Cada una y uno de ellos fue hablando de esas cosas guardadas que han estado esperando su tiempo. Cuando le tocó a Jaime, su potente voz era menos fuerte que lo que dijo. Él era el único miembro del comité, ya desaparecido con el asesinato de Ramiro, que seguía en Segovia. Era un sindicalista de la entonces Frontino Gold, y hoy en día defendía a los mineros ancestrales o tradicionales que pueblan de pequeñas minas familiares, el subsuelo de esa geografía. Jaime era miembro de la Mesa Minera, que lucha por sus derechos hoy en día, frente a la presión económica y armada de control del mercado. Los intereses mineros forman parte de los patrones de violencia. Nada puede entenderse en la región sin tener en cuenta eso. Cuando le pregunté a Jaime por su situación, me contó cómo vivía con un carro blindado y su escolta de confianza, que también fue secuestrado en estos días y estuvo desaparecido con él. Me asombró su valor al hablar del miedo y de que cualquier día lo podrían matar. Cuando le pregunté a un amigo abogado por Jesús Ramiro Zapata, él, que lo conoció de cerca y supo de su empeño, me dijo: Ramiro era una persona defensora de los derechos humanos 100%. Te preguntas lo que es un 100%.
Cinco días después de estar desaparecidos Jaime y su escolta, y de que parece que nadie más que sus amigos lo buscaron, en un territorio donde se desataron combates en vez de su búsqueda, Jaime esta madrugada fue asesinado. Las noticias dicen que se confirmó que se escucharon los disparos. Y al parecer el escolta había sido separado y está con vida.
Recuerdo ahora la presentación del peritaje en la Corte, hace ahora un mes. La descripción de lo que le pasó a Ramiro, y esa crónica de una muerte anunciada que sus amigos, a pesar de las denuncias con las que alertaron del peligro hasta el mismo día de su asesinato, no pudieron parar. Y de cuando hablamos con la asociación de víctimas y sobrevivientes del nordeste antioqueño, de las que Jaime era parte, sobre la situación que 24 años después aún se vive en la zona, y del miedo que sigue acabando con todo hoy en día. Jaime era una prueba de que eso no era así. Se quejaba de que su carro blindado a veces salía peor de lo que entraba a reparaciones, del límite de lo que supone la protección. Yo pensaba en su valor.
Ahora escribo esta nota trágica, de la mano de su familia y sus amigos y amigas. Aún ahora más víctimas y sobrevivientes. Recuerdo a Jaime alegre. Pero también hablando del oro y las multinacionales, de que el riesgo venía no solo de grupos armados sino de esa gasolina de la violencia en la zona y de intereses muy conocidos. Esos entramados del paramilitarismo, que hoy tienen otros nombres como Clan del golfo o los Urabeños y otras franquicias del terror, de los que habló el informe de la Comisión de la Verdad de Colombia.
Después de 24 años del asesinato de Ramiro, esta madrugada mataron a Jaime, del que todos hablaban en aquella reunión con un amor que no entraba en las palabras. Hago parte de él. Entre las conclusiones del peritaje de Jesús Ramiro, señalé cómo se tienen que investigar patrones de violencia y responsabilidades de un entramado de la violencia, que teje la política y la economía regional. De que la política de desmantelamiento de grupos paramilitares en el país tiene que mirar a Segovia y el nordeste, que eso no puede seguir pasando allí como algo inevitable, por más que se denuncie. Esa no solo es una propuesta técnica de investigación que apunta a los responsables y el compromiso del Estado. Es una forma de respeto hoy también para Jaime. Para acompañar a su familia y amigos, y no solo admirar a un 100%. Gracias Jaime, Mongo. Duele esta herida, pero que sepas que tu abrazo nos acompaña en esa lucha por la vida.