El enfoque de género en el fenómeno de la  violencia antisindical en Colombia

El enfoque de género en el fenómeno de la violencia antisindical en Colombia

El propósito del evento fue analizar y evaluar las afectaciones, riesgos específicos de las mujeres frente al fenómeno de la violencia antisindical, los impactos colectivos de ésta, y hacer precisiones en cuanto a la perspectiva de género en el proceso de construcción de la memoria histórica, y en general en el proceso de reparación del sindicalismo.Se parte de la base de que hay una lógica diferenciada de la violencia ejercida contra mujeres y hombres. En la medida en que las relaciones de género se expresan en el mundo sindical y hay un impacto diferenciado para unas y otros, y en consecuencia una forma de respuesta específica de las víctimas frente al hecho violento.

 

 

Se desarrolló en Cali la semana un interesante foro en el que el tema central fue el enfoque de género en el fenómeno de la violencia antisindical en Colombia y el proceso de reparación colectiva del sindicalismo. Participaron representantes de las tres centrales sindicales (CUT, CGT, CTC), Fecode, la Unidad de Víctimas y ONG acompañantes del proceso, entre ellas el Cajar y la ENS.

El propósito del evento fue analizar y evaluar las afectaciones, riesgos específicos de las mujeres frente al fenómeno de la violencia antisindical, los impactos colectivos de ésta, y hacer precisiones en cuanto a la perspectiva de género en el proceso de construcción de la memoria histórica, y en general en el proceso de reparación del sindicalismo.

Se parte de la base de que hay una lógica diferenciada de la violencia ejercida contra mujeres y hombres. En la medida en que las relaciones de género se expresan en el mundo sindical y hay un impacto diferenciado para unas y otros, y en consecuencia una forma de respuesta específica de las víctimas frente al hecho violento.

Más allá de las cifras, es necesario analizar la violencia antisindical ejercida contra las mujeres desde orillas que permitan comprender el fenómeno en su complejidad y contenido específico, en su carácter de sistematicidad y en sus dimensiones simbólica, semántica, política y cultural.

Desde 1985 a marzo de 2014 la Escuela Nacional Sindical registra 13.304 casos de violencia antisindical, 3.101 de ellos contra mujeres, discriminados así: 1.738 amenazas, 866 desplazamiento forzado, 279 homicidios, 77 hostigamientos, 51 detenciones arbitrarias, 37 atentados, 20 secuestros, 14 desapariciones, 11 allanamientos ilegales y 7 casos de tortura. Estas manifestaciones violentas se concentran principalmente en Antioquia (1.299), Valle (372), Cesar (302), Caldas (151), Arauca (144), Santander (114), Bogotá (103) y Risaralda (101).

El que sean menos los casos de violencia contra las mujeres, se debe a que existen barreras de género para participar en el mercado laboral y en espacios de carácter político, como las organizaciones sindicales. En segundo lugar existe un subregistro del fenómeno, o no existe ninguno, como sucede con la violencia sexual como instrumento de la violencia antisindical.

Y el que sean menos los casos de violencia contra mujeres suele emplearse como argumento para restarles importancia y darles lugar marginal frente al daño colectivo. Se desestiman o trivializan, e incluso se les atribuye otro tipo de móviles, de tal modo que la afectación del rol sindical ejercido por las mujeres aparezca como secundario, cuando la violencia contra ellas aparece como una de las estrategias para suprimir organizaciones sindicales y afectar sus reivindicaciones.

En el caso de las mujeres convergen dos formas históricas de discriminación: en primer lugar, las afecta una cultura machista que en el mundo del trabajo se expresa en la exclusión del mercado laboral y la asignación de roles del cuidado y segregación vertical. Y también exclusión de espacios de diálogo social como los sindicatos, bajo la idea de que las organizaciones sindicales son espacios masculinos, vetados para mujeres.

El rol de mujer sindicalista genera, pues, un escenario complejo de exclusión, en tanto se yergue como una identidad “retadora” de los imaginarios tradicionales del “ser mujer”. Esto explica por qué ante el feminicidio de una mujer sindicalista se atribuye mayor importancia a otro tipo de circunstancias de tipo pasional o social, que a su rol sindical, escondiendo la connotación del hecho como instrumento para diezmar los sindicatos.

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